viernes, julio 26, 2024

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De Zimbabue a Sudáfrica

El legado de Mugabe y como ese ciclo se está repitiendo en Sudáfrica

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Sudáfrica hoy en día parece un estado que está al borde de la ruina debido a unas tensiones raciales que no paran de aumentar. La discordia étnica entre diversas tribus separatistas está en auge, por ejemplo entre los Zulúes y los Boers. Los blancos emigran cada vez más hacia occidente y el boom económico por el que pasó Sudáfrica después del Apartheid parece ser que está acabando ya finalmente. 

Pero, ¿no hay salvación posible para el sueño de Mandela? ¿Acabará siendo Sudáfrica como su vecino norteño, Zimbabue, es decir, un estado que muchos consideran fallido y que ha llevado una campaña de venganza contra los blancos desde el inicio del mandato de Mugabe? Estas son preguntas que intentaré resolver en este artículo.

Para entender la situación actual de Sudáfrica y como se está convirtiendo en un estado muy similar al de Zimbabue vayamos a ver los antecedentes históricos de Zimbabue y sus similitudes con la Sudáfrica contemporánea. 

Zimbabue en los años 60 y 70 fue un estado etnonacionalista, supremacista blanco que se independizó de forma unilateral del Reino Unido para evitar la emancipación de la población negra. El estado de Zimbabue se llamaba Rodesia por aquel entonces, un país que estuvo embrollado en una “guerra civil” que en verdad era una guerra por la liberación de la etnia negra, que reclamaba sus derechos fundamentales e igualdad ante los blancos. Ian Smith, Primer ministro de Rhodesia, se opuso férreamente a todas las demandas de los grupos de liberación negra, hasta los de los más moderados que querían seguir formando parte de la “Commonwealth” de la corona Británica, una suerte de vestigio del imperialismo británico que ha quedado por todo el mundo. 

Al final, aunque Rodesia fuese apoyado por el estado Sudafricano del Apartheid acabó colapsando y yendo a la mesa de negociación con los diversos grupos panafricanistas (ZANU Y ZAPU). Rodesia volvió a formar parte de Reino Unido para facilitar un gobierno de transición hacia un estado multiétnico y de paz social. El primer gobierno que sucedió al de la transición fue uno moderado que no quiso vengarse de la población blanca-europea descendiente, pero al cabo de unos años el líder de ZANU, Robert Mugabe acabó ganando las elecciones y estableciéndose como líder del país. Su ideología, que era más bien una mezcla de nacionalismo panafricano y socialismo no marxista tenía como fin último acabar con la dominación blanca.

Lamentablemente, para completar esos objetivos Mugabe persiguió la población blanca hasta tal punto que hoy en día no queda ni uno en la región. La dictadura de Mugabe acabó culpando a la población blanca de todos los males que tenía su gobierno, hasta tal punto que cuando sus reformas agrarias habían expulsado a todos los blancos les siguió echando la culpa. Esto ha dado lugar a serios problemas y sus consecuencias son visibles hoy en día. El crecimiento económico de Zimbabue es nulo, su producción alimentaria no es capaz de dar de comer a toda la población y el crimen no ha parado de incrementar desde los 2000. Miles intentan escapar para poder vivir una vida digna y la nueva dictadura militar se ve incapaz de paliar los serios problemas económicos que sufre el país, una muestra más de que las políticas retributivas contra los blancos no han solucionado las penurias de Zimbabue. 

Habiendo visto como el estado de Zimbabue no ha hecho más que caer en la decadencia y en un tipo de supremacismo negro (panafricanista), podemos decir que la Sudáfrica post-Mandela está siguiendo los mismos pasos.

El gobierno actual de Cyril Ramaphosa tendrá que afrontar las elecciones de este año con una decisión que marcará el futuro de su país, aliarse con los pseudorevolucionarios de ideología panafricanista supremacista o conceder una derrota y permitir la oposición gobernar unos años. Sin embargo, lo más probable es que a la oposición no se le permita gobernar, como ha ocurrido en Zimbabue, donde la corrupción y las mafias se han hecho con el país y no permiten cambio alguno.

En Sudáfrica, si gana la oposición, será una señal de que el ANC ha fracasado en su proyecto y los extremos etnicistas no harán más que fortalecerse, tanto el supremacismo blanco como el negro. El ANC tiene que volver a sus raíces, cambiar su rumbo en política doméstica e intentar lidiar con el crimen que ha afectado a todo el país y lamentablemente en un porcentaje más alto entre la población blanca, dato que ha incrementado la segregación racial indirecta. Sudáfrica no es un estado fallido, al menos de momento, pero a este ritmo es posible que el país se meta en un hoyo tan hondo que sea imposible salir y acabe como su vecino norteño del que hemos hablado o como Somalia. 

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