Desde distintos discursos se anuncia que los aranceles que pretende imponer Donald Trump a todos los productos (incluyendo los agrícolas) de fuera de EEUU, van a matar al campo español.
Evidentemente, el impacto se hará notar, pero será el tiro de gracia. Ya que el campo español lleva muchos años desangrándose y muriendo lentamente. Por lo que no se puede achacar a Estados Unidos y sus nuevas políticas de comercio exterior los males que viene padeciendo nuestra agricultura y ganadería.
En la última encuesta de Estructura de las Explotaciones Agrícolas, publicada por el INE, que incluye datos hasta 2023 se destaca que el número de explotaciones se redujo entre el año 2020 y 2023 en un 12,4%. Quedó en 784.141, una cifra total de tierra cultivada de 23,5 millones de hectáreas (se han dejado de cultivar muchas de tierras o parcelas sin ayudas).
Ha crecido el tamaño medio de las parcelas explotadas, lo que refleja un nuevo modelo productivo agrícola. En este modelo pierden peso las pequeñas propiedades y ganan las grandes explotaciones de empresas o corporaciones. Lo que supone una concentración de la producción en pocas manos. La realidad es (como en otras actividades económicas) que están entrando fondos de inversión en la explotación directa de las superficies agrarias.
Según el Censo Agrario 2020 INE, las explotaciones agrícolas en España están mayoritariamente en manos de personas físicas. Las explotaciones cuyo titular es una persona jurídica representan una parte significativa de la producción. Las personas jurídicas, representan aproximadamente el 7% de las explotaciones, pero abarcan el 23% de la superficie agrícola utilizada (SAU) total y el 40% de la producción estándar total
Esta perdida de superficies de cultivo no es homogénea ni por tipo de cultivo ni por regiones, y la evolución se debe al relevo generacional, adaptación a nuevas modos y modas alimentarias, al impacto de nuevos importadores y la evolución de las ayudas y políticas de la UE.
En solo tres años (del 2020 al 2023) las tierras dedicadas al cultivo de cereales (muy dependientes de las ayudas comunitarias) cayeron un 1,4%. El olivar registra un descenso en superficie del 1,5%. Los viñedos han reducido un 5,4% la superficie por arranque, y aunque ha habido nuevas plantaciones, no se ha compensado. La superficie dedicada al cítrico, producto bandera de nuestro país, se ha reducido un 12%. Crecen algunos cultivos (no autóctonos) como el kiwi, el aguacate o el pistacho, Y donde la caída es dramática es en los huertos tradicionales que caen un 42% y un 14,8% la superficie de invernaderos.
Otro grave problema es el envejecimiento de los trabajadores agrarios. Según datos del Ministerio Agricultura, el 41% de los jefes de explotación tienen ya más de 65 años y un 67% más de 55. Este envejecimiento es más acusado en las pequeñas explotaciones. Es clave impulsar medidas la incorporación de jóvenes, pero no parece haber políticas para ello. Hay una clara pérdida de empleo en el sector, la mano de obra en explotaciones agrícolas disminuyó un 4,0% en 2023 respecto al 2020.
Por otra parte la política de ayudas al campo esta evolucionando hacia la “ecología”, que en realidad son ayudas para compensar las limitaciones impuestas.
En la encuesta sobre Estructura de explotaciones agrícolas se analiza el tipo de medidas de desarrollo rural de las que se han podido beneficiar las explotaciones españolas. Destaca la ayuda del Fondo Europeo agrícola de Desarrollo Rural (FEADER). Este tipo de ayudas podrían ser de utilidad, al contribuir a la modernización del sector y profesionalización de pequeñas explotaciones. Incluyen ayudas para el pago de asesoramiento de rendimiento, inversión en activos físicos que redunden en mejora del producto y su rendimiento, ayudas para reconstituir potencial de producción agrícola dañado por desastres o catástrofes, e implantación de medidas preventivas adecuadas, ayudas destinadas a la creación de empresas de jóvenes agricultores. Y ayudas a “Zonas con limitaciones naturales”
Según la encuesta, del total de explotaciones a las que le fue concedida ayudas en 2023 que ascendió a 164.752, un 52,1% fue destinado a Zonas con limitaciones naturales. Este tipo de ayudas son pagos que compensan a los agricultores por la totalidad o parte de los costes adicionales y las pérdidas de ingresos consecuencia de las limitaciones que supone la producción agrícola en la zona en cuestión. Las ayudas para agricultura ecológica supusieron un 20,8% del total y un 39,6% son ayudas de “Agroambiente y clima”. Dado que una explotación puede recibir más de una ayuda, el total de la suma del reparto puede ser más del 100%. Pero solo un 26% de las explotaciones ha recibido ayudas para modernizar su maquinaria, defenderse o recuperarse de desastres naturales o recibir asesoramiento para crear una empresa agraria joven.
Es importante apoyar que la agricultura no sea una industria contaminante, pero una política de ayudas solo centrada en estos aspectos supone minar gravemente el futuro de nuestro campo. Otro gran problema es a la subida de precios de productos y servicios necesarios para desarrollar su producción que debe aplicar a los precios para no perder márgenes. Pero que hace que sus precios sean menos competitivos.
Según el informe más reciente del Ministerio de Agricultura, Pesca y alimentación sobre precios agrarios pagados diciembre 2024, el índice de crecimiento de precios medios con respecto al mismo mes de 2020 fue del 25%. Las partidas de fertilizantes crecieron un 46%, los productos fitopatológicos un 23%, la energía (que incluye electricidad y carburantes) un 45%. Este mismo Ministerio publica información sobre los precios a los agricultores por su producción, calculo que se hace en base a ponderaciones y no incluye gasto de transporte o impuestos indirectos si el agricultor actúa como vendedor directo. Y toma en consideración el precio pagado en almazara, comercio al por mayor o entrada en industria, salida a bodega o precio en origen (huerta, etc.) antes de la salida a centro de acondicionamiento. Es un índice algo complejo pero sirve para ilustrar la posible ganancia de un agricultor.
Mostramos algunos ejemplos de precios de productos habituales. La tonelada de trigo panificable se paga a 233 Euros (es decir a 23 céntimos el kilo) en 2020 se pagaba a 204 euros, ha crecido un 14%. El limón se paga a 0,3 euros el kilogramo, el precio se ha incrementado un 57%. El tomate a 0.9 euros el kilo con un crecimiento del 90%. El plátano se compra a 0.42 euros el kilo, creciendo un 31% respecto a 2020.
Como se observa estos precios están muy por debajo lo que paga por ellos cualquier ciudadano en su tienda o supermercado, por lo que parece que son los intermediarios y distribuidores quien realmente se beneficia del trabajo del campo
Analizando lo que podría verse más afectado por los aranceles de Trump que son las exportaciones agrícolas españolas. Y vemos que España sí que es la “huerta de Europa”. y el potencial que tiene nuestro país en el comercio de materias primas agrarias en el mundo. Pero analizando la balanza comercial el problema viene de hace tiempo y probablemente de otro origen.
Según datos del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación se destaca la importancia de España como exportador agropecuario. Dentro de la UE es el cuarto país. Las exportaciones agrícolas han crecido un 58% con respecto a 2023 hasta alcanzar los 75.090 millones de Euros mientras que el conjunto de las exportaciones ha caído. Lo que evidencia la importancia y dependencia de nuestra balanza comercial del sector agropecuario. Es verdad que el elevado crecimiento viene muy determinado por el aceite de oliva que debido a los altos precios y la cada vez mayor valoración del producto ha incrementado sus importaciones un 26%. Y hay que destacar que las importaciones están creciendo significativamente un 1.4% respecto a 2023. Pero si nos remontamos a 2020 el crecimiento es del 57% llegando hasta los 55.859 millones de Euros, de momento el saldo es positivo. Pero el ritmo de crecimiento de importación agrícola es mas alto que el de exportaciones (que es del 38% con respecto a 2020). Si esto sigue así la balanza acabaría siendo negativa importando mas productos agropecuarios de los que vendemos en el exterior, siendo un país de gran riqueza agraria, ganadera y pesquera.
Del total de las exportaciones españolas el 66% esta destinado a la UE, un 7% al Reino Unido y solo el 5% a Estados Unidos. Por lo que si de verdad la UE promoviera más importaciones desde España (versus otros terceros países) el impacto de la política arancelaria seria mitigado.
España importa principalmente de la UE, el 51% de sus importaciones agropecuarias vienen de países comunitarios, principalmente Francia, Países Bajos y Portugal. Pero esta cifra se ha reducido un 3,5% respecto a 2023.
De terceros países no comunitarios la importación se ha reducido ligeramente, un 0,9% debido a la guerra de Ucrania. Los tres países de los que más se importa son Ucrania, Marruecos y Brasil. Las importaciones agropecuarias de Estados Unidos solo son el 4,3% del total de las importaciones realizadas por España, por lo que si se aplicaran también aranceles en principio no debería afectar demasiado.
Lo que es interesante analizar si las importaciones son debido a escasez de productos en nuestro país, por nuevos gustos hacia productos no autóctonos o si hay otras razones. Se observa que según el más reciente informe de la Balanza Comercial Agroalimentaria publicado por el Ministerio de Economía, Comercio y empresa con datos de 2023 se observa un aumento en la importación de ciertos productos como cereales frutas y hortalizas, en los que precisamente España era líder de producción.
Por tanto, la guerra comercial iniciada por Trump tendrá consecuencias en el conjunto de la economía y también afectara al sector primario, pero la agonía del campo español viene de lejos.