Los procesos migratorios, cuando se realizan de manera no controlada, pueden tener efectos no deseados en diversas áreas, incluidas la salud pública. Si bien las regulaciones estrictas para la entrada de animales o plantas buscan evitar la transmisión de patógenos nocivos, no se aplica un enfoque similar al movimiento humano en algunos casos.
En los últimos años, España ha experimentado repuntes de enfermedades que anteriormente se encontraban prácticamente erradicadas. Entre ellas destacan el sarampión, la tuberculosis y la tosferina, todas ellas consideradas un desafío creciente para el sistema sanitario. Este fenómeno no es nuevo: ya en 2007, el Ministerio de Sanidad publicó el Estudio de Inmigración y Salud Pública: Enfermedades Infecciosas Importadas, seguido en 2008 por la Guía de Enfermedades Infecciosas Importadas, donde se abordaban enfermedades como la parasitosis intestinal, la malaria, la esquistosomiasis, el cólera, el dengue, las hepatitis virales A y E, la fiebre hemorrágica o la lepra.
En este informe, el Ministerio señalaba que “la reemergencia de ciertas enfermedades infecciosas es un hecho de gran relevancia en la actualidad y que se debe en parte al incremento del fenómeno migratorio (…). Así, enfermedades infecciosas que antes eran consideradas tan sólo en determinadas zonas geográficas (tropicales y subtropicales)” se habían detectado nuevamente en España.
España erradicó la malaria hace décadas, pero los casos importados han ido en aumento. Según un informe del Instituto de Salud Carlos III, en la actualidad se detectan entre 700 y 850 casos de malaria importada al año, la mayoría de ellos vinculados a personas procedentes de regiones donde la malaria es endémica.
Las enfermedades de transmisión sexual (ETS) también han mostrado un crecimiento alarmante. Según el Ministerio de Sanidad, en 2023 se notificaron 34.401 casos de gonorrea y 12.359 de sífilis, cifras que reflejan un incremento significativo respecto a años anteriores. Un estudio publicado en la Revista Española de Salud Pública en 2019 ya alertaba sobre el aumento de estas enfermedades entre la población inmigrante, subrayando la necesidad de reforzar los programas de prevención y diagnóstico.
Este fenómeno no es exclusivo de España. En octubre de 2024, las autoridades sanitarias del Reino Unido dieron la voz de alarma por un incremento del 51% en los casos de VIH en un año, alcanzando niveles máximos en los últimos 15 años. De los más de 6.000 casos registrados, más de la mitad correspondían a personas diagnosticadas fuera del Reino Unido, y de estas, el 75% eran de origen africano. Además, 253 de los diagnósticos correspondían a personas que llevaban menos de dos años en el país.
No hay que olvidar sin embargo otras causas. En los últimos años, los movimientos antivacunas han contribuido al repunte de enfermedades que se encontraban prácticamente erradicadas en España. El sarampión, la tosferina y la rubéola han experimentado un incremento significativo debido a la disminución en las tasas de vacunación en ciertos grupos de población. Según datos del Ministerio de Sanidad, en 2023 España registró más de 500 casos de sarampión, una cifra preocupante en un país que estaba cerca de eliminar esta enfermedad.
Los movimientos antivacunas, impulsados por desinformación y teorías conspirativas, han erosionado la confianza en los programas de inmunización…en parte es culpa de como se llevo la gestión del COVID, ya que engañaron a un 90% de la población, casi obligando a inocularse, para vender unas vacunas que no estaban testadas, no inmunizaban y a saber que efectos secundarios les acarreará a las personas que cometieron el error de dejar que les picharan.
Feliz Navidad y viva España.