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Eurocomegambas

Unai Sordo viaja a Bruselas para cortejar a los burócratas de la UE mientras los trabajadores malviven en la España empobrecida.

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En España, cuando alguien se refiere a los «comegambas», todos saben de quién está hablando: sindicalistas de moqueta, más atentos a los canapés que a los convenios. Esta vez el nivel sube, y tenemos al primer eurocomegambas en acción.

Unai Sordo, secretario general de Comisiones Obreras (CCOO), ha viajado a Bruselas. No para denunciar la precariedad, ni para exigir la derogación de las reformas laborales neoliberales, sino para participar en el Comité Ejecutivo de la Confederación Sindical Europea, ese organismo tan afín a los burócratas de la Unión Europea como él lo es al Gobierno de Pedro Sánchez.

Allí, entre pasillos grises y bandejas de catering, se encontró con su hábitat natural. Porque si en España la especialidad son las gambas, en Bélgica son los mejillones. Y no es casualidad: los sindicatos mayoritarios se aferran al poder como mejillones a la roca, con la esperanza de no perder la subvención, la silla y sus privilegios.

Lo que no harán nunca es plantar cara. Ni al Gobierno de Sánchez, que ha convertido España en uno de los países de Europa con más población en riesgo de pobreza, ni a la Unión Europea, que receta recortes, privatizaciones y reformas que han empeorado brutalmente las condiciones de vida de la clase trabajadora. Bruselas ya destrozó a Grecia, y si nadie lo impide, hará lo mismo con nosotros.

Sin embargo, ahí están los sindicatos mayoritarios, más preocupados por mantener buenas relaciones institucionales, alineadas con la ideología de las grandes multinacionales, que por defender los derechos de los trabajadores. Prefieren las fotos en Bruselas a las huelgas en los polígonos. Por eso no es de extrañar su mala valoración por parte de la españoles, que los ven cada vez más lejos del trabajador real y cada vez más cerca del poder que lo aplasta.

Los trabajadores debemos reclamar un sindicalismo digno, arraigado en los centros de trabajo y dispuesto a plantar cara a los poderes, sean nacionales o supranacionales. El verdadero cambio vendrá de aquellos sindicalistas que luchan de forma honesta por mejorar la vida de la clase trabajadora, no de quienes viajan en business class para rendir pleitesía a quienes nos condenan a la precariedad.

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