En los últimos años, en España como en otras naciones europea, se ha visto un aumento significativo (a veces hasta con promoción oficial), de la aceptación del hiyab. Este atuendo se quiere hacer ver como «empoderado» o «identitario». Grandes empresas han incluido este tipo de velo en su publicidad; los medios de comunicación y las escuelas lo contemplan como una opción , válida e incluso como símbolo de liberación… Incluso muchas “influencers” conversas han defendido su uso catalogándolo como algo revolucionario y alternativo.
Sin embargo, no ha de olvidarse la realidad de lo que representa. Y entonces, esto supone un peligro. Primero, es fundamental analizar que el hiyab no surge de una preferencia personal, sino que está dentro de un sistema ideológico donde se somete a la mujer a las reglas patriarcales de la ley Sharía, la aplicación política de una religión que quedó en el medievo. En países como Irán o Afganistán es obligatorio. No es un simple accesorio sino una herramienta política de control.
Esto se evidenció en las protestas femeninas iraníes. Véase el asesinato de Mahsa Amini en 2022, o las protestas contra el gobierno talibán en Kabul. Las mujeres reclaman el derecho a quitárselo, sin miedo a ser lapidadas o violadas como ya ha ocurrido en repetidas ocasiones en este tipo de contextos. Además cada vez son más frecuentes situaciones tensas entre personas procedentes de estos contextos que viven en Europa por la imposición del velo. Vemos que el choque cultural que supone su uso es notable y lleva a la segregación y al conflicto.
Aun así, en Europa, su adopción se impulsó, utilizando el discurso multicultural, un artilugio del capitalismo global. Este discurso, lejos de fomentar una coexistencia social pacífica entre comunidades, desintegra a la clase obrera, ocultándose tras el supuesto respeto a la identidad cultural. Si no cumples con esto pasas a ser racista, xenófobo e “Islamófobo” Un nuevo término que portavoces islámicos emplean para catalogar y encasillar a todo aquél que sea crítico con este tipo de cosas.
En lugar de unir a la clase trabajadora bajo metas comunes, los segrega según rasgos étnico-religiosos, validando estructuras de dominación originarias de contextos religiosos más atrasados.