El 9 de septiembre las redes sociales ardía, se daba a conocer que Israel había bombardeado Doha, la capital de Catar, concretamente el edificio donde se encontraría el equipo negociador, y además principal cúpula dirigente de Hamás. Aunque dispares, la mayoría de opiniones sobre el hecho iban en la misma corriente: esto es inaceptable, Israel ha cruzado una línea roja y ahora USA lo va a abandonar a su suerte…
Es importante recordar que Catar es uno de los firmantes de los acuerdos de Abraham, por lo tanto un socio importante de Israel en la región. Además el país alberga un importante número de bases y soldados norteamericanos. Internacionalmente Catar es un actor muy influyente y ha conseguido limpiar mucho su imagen, recordemos la reciente celebración del mundial de fútbol en su suelo. Pues bien, en la práctica nada ha cambiado sustancialmente desde entonces. Los gobernantes catarís hicieron en su día declaraciones muy grandilocuentes sobre su soberanía. Estas fueron secundadas por Turquía desde la inacción más absoluta y mientras su mascota Azerbayán es de los principales compradores de armamento israelí. Luego se ha convocado una cumbre de países árabes para abordar el tema, pero entre los invitados a la misma están socios clave de Israel como el reino alaui de Marruecos.
Ayer mismo Marco Rubio se reunía con Netanyahu, el cual quiso dejar claro que el ataque había sido solamente obra del estado hebreo. Rubio por su parte quiso dar a entender tibiamente que en Washington no había gustado el ataque a Doha, pero por otro la alianza Israel y Estados Unidos fue confirmada y fortalecida como de costumbre. Hoy el delegado yankee se dirigió a Doha para reiterar su alianza con Catar, pero la fugacidad de la estancia de Rubio dejó claro que la relación con los cataríes es tensa, pero aún se mantiene firme.
En resumen, nihil novum sub sole. Los estados árabes solo hablan de Palestina cuando no tienen temas de política interna con los que vanagloriarse. Turquía forma parte de la OTAN y los hutíes de Yemen, por mucho que se los pretenda sobredimensionar, son unos cabreros con cohetes caseros y una población en la más absoluta miseria. Israel vive en una región que le es hostil, pero ha sabido congraciarse con los gobiernos de sus vecinos, tumbando a los que no le convenían como el de Damasco, o inutilizando los que más fanfarrones se ponían, como el de Teherán. Además los árabes, sin ser de las poblaciones más lúcidas a nivel internacional, son capaces de entender que no hay otra alternativa a llevarse bien con los hijos de Sión, aunque la carta del antisemitismo siempre va a estar en su baraja.
Sin embargo lo que nadie pare entender es que Trump, que ha sabido interpretar que Estados Unidos necesita replegarse internamente y fortalecerse para la futura pugna con China, se está enfangando en defender a un Israel tomado por extremistas sionistas que si consiguen anexionarse Gaza y Cisjordania se les ambicionarán los altos del Golán, las granjas Sheba o la península del Sinaí. Mientras Estados Unidos siga apoyando a un Estado que ha nacido en guerra y ante su futuro solo se sigue vislumbrando guerra, sus industrias armamentísticas podrán estar eufóricas, pero su estrategia internacional se verá truncada al destinar una ingente cantidad de dinero y esfuerzos a seguir apoyando a esos aliados tan incómodos y problemáticos.