Benjamín Netanyahu ha reconocido públicamente que, desde 2018, su gobierno permitió que Qatar enviara fondos a Hamás. Según sus propias palabras, el objetivo era “mantener divididos a los palestinos”, debilitando así a la Autoridad Nacional Palestina (ANP), entidad reconocida internacionalmente con sede en Cisjordania.
Durante años, Israel negó estas acusaciones, tachándolas de teorías conspirativas. Incluso tras el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, Netanyahu rechazó cualquier responsabilidad previa y calificó de “ridículas” las sospechas sobre la financiación. Sin embargo, bajo creciente presión judicial y política, ha terminado por confirmar lo que ya insinuó en 2019: “Quien se oponga a un Estado palestino debe apoyar el fortalecimiento de Hamás y la transferencia de dinero a Hamás”.
La estrategia no comenzó en 2018. Desde su creación en 1987, Israel ha tolerado —y en momentos clave favorecido— la actividad de Hamás como herramienta para debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP). En los años 80, permitió la expansión de su antecedente, la Mujama al-Islamiya, y más tarde facilitó su consolidación como poder político en Gaza. Mientras la OLP defendía un proyecto nacionalista, laico, socialista y panarabista, Hamás representaba una línea islamista y también nacionalista.
La división del pueblo palestino ha servido para fracturarlo, mientras el régimen sionista, con la complicidad de buena parte de la comunidad internacional, ha consolidado su control sobre Gaza. La Franja, densamente poblada, sufre desde hace años un bloqueo casi total: Israel domina fronteras, espacio aéreo, recursos básicos y accesos sanitarios. Gaza, descrita por muchos como una cárcel al aire libre, vive hoy bajo un asedio militar sin precedentes.
Mientras Netanyahu oculta sus escándalos de corrupción con fuego sobre Gaza, el futuro para el pueblo palestino es cada vez más sombrío: con más de 100.000 muertos desde 1948, la pérdida de más del 85 % de su territorio histórico y sin un respaldo firme del exterior, nadie parece dispuesto a frenar la expansión israelí.
La historia de la financiación de Hamás y la estrategia de división dentro del pueblo palestino revela una dimensión menos visible del conflicto: la instrumentalización política del adversario. Un dato que añade complejidad a una tragedia palestina que, lejos de concluir, sigue agravándose día tras día.