30 de julio de 2025

Éste fin de semana, tres personas...

La guerra… La guerra nunca cambia

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Esta cita es muy recurrente en la famosa saga de videojuegos Fallout y que pone de manifiesto que, por muchos años que pasen y a pesar de sus consiguientes avances sociales y tecnológicos, siempre sigue habiendo un mismo patrón.

Como si de un género cinematográfico se tratase, la banda sonora siempre es parecida; el sonido de los vidrios al caer, el crepitar de las llamas de barricadas y neumáticos, sirenas de fondo, gritos deslavazados e inconexos…

Pudiera parecer que esto es otro texto más hablando de Rusia, Ucrania o Gaza, pero no. Hablo de Cádiz. De Cádiz y de sus 30.000 trabajadores del sector del metal llamados a la huelga.

Años antes, pero con los mismos 915 km de distancia, ocurría lo mismo en el norte con «Naval Gijón». Claro que los tiempos eran otros, el arraigo, compromiso y sentimiento colectivo hacían que las casas de los gijoneses se quedaran vacías para echarse a la calle por las protestas y defensa de puestos de trabajo en las que llenaban avenidas y plazas. Tal magnitud de gente reunida por un fin sólo podría darse hoy en Gijón por el ascenso del Sporting.

Por aquella época, en los 2000, la patronal de la Naval quería cargarse a la parte más contestataria de la empresa. La juventud. Querían echar a los eventuales y además por motivos políticos, no laborales ya que trabajo no faltaba, pero quiero recordar que antes no había cabida para ese espíritu individualista de hoy día, por lo que los fijos, también se unieron a la lucha.

«El pueblu tenía que ver que estabes luchando por un puestu de trabajo y un plato de comida (…) y las palabras se las lleva el viento, así que había que dar guerra» decía Olga Fernández, Ex trabajadora de Naval Xixón.

En distintas imágenes de archivo podemos ver al director Fernando León de Aranoa presente en la casa sindical de Gijón, atento y tomando nota de todas las negociaciones y encontronazos entre patronal, sindicatos y trabajadores para lo que a la postre sería su mejor obra y que le lanzaría a la fama nacional con Los lunes al sol con infinidad de referencias a los astilleros de Gijón en cada escena.

Y si hablamos de sindicatos…el feminismo y ecologismo quedaban a un lado para dar paso a bajar a la calle con el tirachinas y las pocas herramientas a su alcance para combatir las pelotas de goma de los antidisturbios.

No se me caen los anillos por hablar de la Corriente sindical de izquierda que era el sindicato que se encargaba de velar por los intereses de los trabajadores en esa empresa y que tan merecidamente aparecen en su logo figuras del 34 Ochobre o de barricadas ardiendo y gente con tirachinas.

A última hora la división entre trabajadores era total; la empresa había conseguido enfrentar a fijos y eventuales. Si firmaban un documento seguirían trabajando pero echando a 300 eventuales y si no, se seguiría peleando contra el ministerio de industria y patronal para que hubiese sitio para todos.

Uno de los momentos más icónicos para mí y que en parte han configurado mi mente para pensar como pienso a día de hoy son gracias a Redondo. Este hombre, un currante fijo bastante pequeño de altura pero no de mentalidad, salió del hospital para ir a la casa sindical donde en esos momentos se votaba el firmar o no ese documento y votó que NO para clamor de los asistentes. Así es; el día anterior los antidisturbios le habían dado una paliza, pero el hombre se mantenía en sus trece de no echar al chavalín que había entrado hace un mes con sus sueños y aspiraciones intactas. Finalmente se firmó el documento echando a los eventuales y años después reduciendo aún más la plantilla hasta la desaparición de la misma.

En el caso de que estés vivo y tengas un poco de sangre en las venas, es complicado no empatizar con esa gente. Sobre todo, cuando tienes familia y más aún cuando el único sueldo que entra en casa depende de ti. Entonces y sin quererlo, una parte de ti que hasta ahora permanecía dormida, conecta contigo. Te sientes vivo, tus sentidos se potencian, puede que fruto de la adrenalina que te da el mirar a alguien de uniforme y casco blanco y darte cuenta de que te esté apuntando.

Aún no lo sabes, pero de toda esa amalgama de sentimientos y emociones, se está formando la conciencia de clase en ti. La conciencia de clase es eso que te despeja de toda duda el «¿a quién voto?» ya que esa dosis de realidad te hace ver quién eres, donde estás y cuáles son tus intereses reales. La persona que deambula por la vida votando al menos malo o al que cree que le representa ya tiene bastante castigo al no conocerse a sí mismo, ni mucho menos estar alineado con sus pensamientos.