Tanto los elogios como la críticas al gobierno del presidente Bukele se centran en la «mano dura» con la que se enfrenta a la delincuencia organizada, ya sea la de las bandas callejeras o la de la corrupción en los mismos organismos del Estado. Y como eso es en lo único en lo que se centran los medios de comunicación internacionales, parece que no existe más política que esa en todo El Salvador. Sin embargo, por supuesto que hay otras; por ejemplo, la política cultural es uno de los grandes proyectos de Bukele.
Gran muestra de esto es la creación de espacios como la recientemente inaugurada Biblioteca Nacional de El Salvador (o BINAES), un espectacular edificio que sustituye a la anterior: casi en ruinas, con humedades y un catálogo muy escaso. El nuevo edificio goza de 24.000 metros cuadrados, con múltiples espacios reservados, además de a los libros, al juego, a la lactancia o a simuladores de vuelo. Y en su catálogo, de nada menos que 26.000 obras, puede encontrarse hasta una sección en braile; lo que es una verdadera política de inclusión, y no las que nos tratan de vender aquí, como aquellos «aseos no binarios» de la Universidad del País Vasco.
De hecho, los ejemplos de que la política cultural de Bukele es uno de sus fuertes son casi incontables: la también recientemente creada Banda El Salvador, orquesta nacional de música que cuenta con trescientos jóvenes; el Ballet Nacional, creado e impulsado por la primera dama Gabriela de Bukele ya antes de llegar al gobierno; o el Centro de Arte y Artesanías «Árbol de Dios», con exposiciones y talleres. La lista sigue con otros muchos proyectos, entre los que podríamos destacar la donación de ingentes cantidades de libros a los colegios o la creación de escuelas profesionales como los llamados GastroLabs, de formación culinaria (y que, además, usan alimentos locales para fomentar el primer sector nacional).
Aparte de todo esto, el gobierno no solo mira al futuro, también a su patrimonio histórico. Lleva tiempo trabajando a nivel internacional para recuperar piezas arqueológicas “perdidas”, y ya comienza a obtener logros. Hace un año consiguió, con ayuda de México, que EE.UU. le devolviera doce artefactos prehispánicos de origen salvadoreño, y por supuesto de un valor incalculable.
Así, cuando los medios hegemónicos ponen el grito en el cielo contra el «régimen de excepción de Bukele», y tratan de dejar de lado que el 92% de los salvadoreños aprueban las medidas que está tomando, quieren olvidar que estas no se centran exclusivamente en la cuestión de la seguridad (que, por otra parte, son completamente necesarias por los índices de criminalidad a los que había llegado el país). Las grandes inversiones del Estado en materias como las infraestructuras, la conversión digital o, como hemos visto, la cultura, están haciendo de El Salvador un país que señala el camino a otros.
El único presidente actual que merece mi total respeto y admiración.