El partido político Vox ha presentado su programa económico de la mano de José María Figaredo, sobrino del exministro Rodrigo Rato. Su propuesta fiscal, plato fuerte del documento, destaca por tres rasgos: un fuerte recorte del gasto público, una menor progresividad impositiva y una notoria falta de claridad.
1. Recorte de gasto e impuestos, pero más del gasto
Vox plantea reducir el gasto público en torno a 200.000 millones de euros. Al mismo tiempo, promete rebajas fiscales por al menos 60.000 millones. El objetivo declarado: reducir el déficit.
Sin embargo, recortar el gasto público provoca una caída de la demanda agregada y, con ella, del PIB y del empleo, salvo que otras partidas del gasto, como el consumo, crezcan lo suficiente para compensarlo. Una bajada de impuestos puede estimular el consumo, sí, pero si los impuestos bajan menos que el gasto, el efecto neto sigue siendo contractivo. Y ni siquiera reduciendo ambas partidas por igual se mantiene la demanda, porque las familias no destinan todo lo que ahorran en impuestos a consumir:
Menos demanda significa menos actividad económica. Y menos PIB implica más desempleo. Con más paro, bajan los salarios y se debilita aún más el consumo. Es un círculo vicioso: lo que nace como un plan para reducir el déficit puede terminar agravándolo.
No es casual que Vox ponga el foco en las pensiones, la mayor partida del presupuesto público. En paralelo a los recortes, propone sustituir el actual sistema de reparto por un modelo mixto de capitalización, similar al fallido modelo chileno. En la práctica, se trata de una privatización parcial que rompe con la solidaridad intergeneracional y amplía las desigualdades.
2. Menos progresividad: regalo a las rentas altas
La mayor rebaja fiscal propuesta por Vox afecta al IRPF, un impuesto progresivo cuya estructura se pretende simplificar a solo dos tramos: un 15 % hasta los 70.000 euros y un 25 % a partir de esa cifra. A esto se suma una ligera bajada del IVA, un impuesto regresivo, con el tipo general reduciéndose al 18 % y el reducido al 8 %. En conjunto, los impuestos progresivos se reducen más que los regresivos, beneficiando especialmente a las rentas altas y manteniendo la carga sobre la clase trabajadora.
3. Falta de claridad y de rigor
La horquilla de cifras que maneja Vox —desde los 24.236 millones de euros propuestos en 2019 hasta los 200.000 millones mencionados por Figaredo en 2025— revela una preocupante falta de rigor. No existe un desglose por partidas ni una metodología verificable que explique cómo se alcanzaría ese recorte sin afectar a servicios públicos esenciales como sanidad, educación o justicia. De hecho, la magnitud del ajuste hace inviable cumplir esa promesa sin dañar al sector público. La experiencia histórica demuestra que recortes de este calibre, aunque se presenten como racionalizaciones, terminan recayendo sobre los más vulnerables.
En conclusión, es necesario eliminar el gasto público ineficiente, como las duplicidades administrativas y los llamados “chiringuitos”. Pero la propuesta de Vox, que debilita el Estado del bienestar y aumenta la desigualdad, es una receta peligrosa. Bajo la promesa de prosperidad, se esconde un ajuste duro, regresivo y plagado de contradicciones. Como siempre, los recortes no los pagará la élite: los pagará la mayoría social.