Casi como si saliese de la nada, se hizo público un informe que empezó a señalar el problema. Se titulaba «La estrategia de islamización en Francia: infiltración y reconfiguración desde dentro», se apuntaba que el islamismo no era un fenómeno puntual y marginal, si no que había organizaciones que estaban aumentando su influencia lentamente pero que podían a resultar un desafío real para el Estado en sí mismo. Y es que resulta que esos mismos países occidentales que cuando se extendieron las Primaveras Árabes en 2011 alababan a los barbudos que arrasaban en países como Egipto o Túnez, regados abundantemente por los petrodólares de los países del Golfo.
Pero parece que ahora cuando esos mismos demócratas de la Sharía se están infiltrando y preparándose para tomar Estados europeos ya no son tan admirables. Lo más curioso es que si en países musulmanes como Egipto o Túnez la persecución a la organización islamista es acérrima, hasta no tanto en Europa se la veía hasta con cierta simpatía por preferencia de la vía democrática en lugar de la directamente terrorista. Si bien es cierto que se tomaron medidas previamente, como las llevadas a cabo en Austria a finales de 2020, atacando principalmente los medios financieros de la misma. En Alemania se calcula que los integrantes de la Hermandad rondan los 2.000, y su número sigue creciendo. Por eso su ofensiva legal también se ha centrado sobre todo en el ámbito financiero, centrándose especialmente en la Ayuda Islámica Internacional y la Ayuda Islámica Alemana. En el caso británico, siendo su capital el refugio preferido para islamistas de todo pelaje y condición, la ofensiva se debe más a las presiones del lobby sionista que a la animadversión del ejecutivo laborista hacia el Islam. Por esto motivo, al probarse que Hamás se financió gracias a la intermediación de la Hermandad, se han empezado a tomar medidas para limitar las actividades de la organización en suelo británico. Sobre todo la acción estatal se ha centrado en el control sobre el grupo activista de Acción Palestina, probando que bajo el paraguas humanitario se esconde un nido de islamistas. En Francia, los musulmanes se encuentran organizados en asociaciones como «Musulmans de France» o la Federación de Jóvenes Musulmanes de Europa. Si bien el país galo cuenta con el escudo del laicismo para combatir el islamismo, sigue pensando un sentimiento de desprecio de la propia cultura que hace que ante cada intento de atacar el islamismo salten las alarmas por si existe la posibilidad de que el resto de musulmanes se sientan ofendidos, haciendo que impere la inoperancia en este campo vital para la supervivencia del país vecino.
Pero hay algo común a todos los movimientos islamistas en Europa. Su estrategia al margen del terrorismo es clara: explotar al máximo la debilidad moral de nuestra sociedad, utilizar los comodines del racismo, la islamofobia y los derechos humanos como defensa ante cualquier ataque. De esta forma aquellos que quieren destruir las reglas democráticas y nuestras libertades sociales se están sirviendo de las mismas para avanzar posiciones en la toma del Estado. También se suele apuntar que la Hermandad y demás organizaciones islamistas donde mayor caladero de adeptos encuentran son en las segundas generaciones de emigrantes musulmanes. Esto evidencia una doble falencia: por un lado la incapacidad da integración de nuestras sociedades ante un número desbordado de nuevos pobladores cada año, y la manifiesta falta de interés de los inmigrantes de origen musulmán en integrarse en la cultura y forma de vida europea, no debiendo olvidar como esta se en gran medida se forjó históricamente en contraposición –abiertamente bélica- con su cultura de origen.