sábado, julio 27, 2024

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Óscar Puente: Un político de polémica en polémica

El ministro de Transportes acumula un importante historial de controversias desde su época como alcalde de Valladolid. Pedro Sánchez es el principal beneficiado de sus polémicas en un momento en el que las miradas se centran en su figura

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En septiembre de 2023 saltaba a los medios de comunicación un incidente que implicaba, en un vagón de AVE que viajaba de Valladolid a Madrid, a un pasajero y a un recién elegido miembro del Congreso de los Diputados por el PSOE. El pasajero, quien resultó ser un peculiar psicólogo que ya se había visto implicado en otro altercado pocos días atrás, preguntó insistentemente al diputado acerca del affaire Puigdemont. Éste, sintiéndose violentado y coaccionado, llamó al servicio de seguridad y exigió que el ciudadano que le interpelaba bajase del vagón. No fue así y el viaje se inició con retraso debido al incidente. El diputado aún tendría que vivir un segundo encuentro con la misma persona al llegar a Madrid, donde anunció que interpondría una denuncia. Este diputado era Óscar Puente, por entonces alcalde de Valladolid y a día de hoy Ministro de Transportes y Movilidad Sostenible del Gobierno de España. Aquel día nacería una leyenda.

El ex alcalde de Valladolid no es un personaje cualquiera, y durante su mandato al frente la corporación municipal puso todo su empeño en demostrarlo polémica tras polémica: desde sus relaciones con empresarios de los cuales recibía favores como vacaciones pagadas en Ibiza o préstamo de coches de lujo, hasta sus ‘beef’ en redes sociales como X (antes llamada Twitter) pasando por un lamentable episodio en el cual trató de ridiculizar a la por entonces portavoz de Ciudadanos Pilar Vicente, comentando respecto a su trayectoria profesional que había tenido «un puesto bastante normal en una tienda», evidenciando un inoportuno clasismo.

Óscar Puente es un político que representa fielmente la actual generación de representantes parlamentarios. Una generación caracterizada por la mediocridad; productos de marketing perfectamente enfocados a las redes sociales, vacíos de contenido y carentes de principios o de la más mínima profundidad analítica. En la sociedad del espectáculo que vivimos, centrada en el impacto mediático, la batalla política se dirige hacia la obtención de reacciones, la creación de absurdas polémicas, el seguidismo de las modas y la creación de enemigos ficticios entre contendientes políticos que a fin de cuentas defienden los mismos intereses sistémicos.

Nuestro ministro, bien instruido en el moderno arte de la guerra mediática y dispuesto a sacar el máximo partido a su nuevo altavoz nacional, decidió aplicar sus conocimientos en la materia desde su nuevo puesto. Recientemente pudimos ver cómo iniciaba una crisis diplomática con el Gobierno argentino al indicar, en una ponencia sobre comunicación y redes sociales para militantes de su partido, que Javier Milei consumió sustancias. Sin entrar en detalles acerca del también nefasto presidente argentino, dicha aseveración tuvo como consecuencia que desde Argentina se sacara un comunicado denunciando las palabras de Óscar Puente, y a su vez recordando que Pedro Sánchez tiene más problemas de los que de ocuparse, tales como las acusaciones de corrupción hacia su mujer, el riesgo de disolución de España o la desprotección de las mujeres ante el modelo migratorio.

A nivel doméstico, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, siempre a la caza de cualquier oportunidad para provocar desgaste, pidió la dimisión del ministro debido a la crisis generada. Finalmente, Óscar Puente decidió zanjar la crisis declarando que «dije lo que dije y en el contexto en el que lo dije», en un ejercicio de verbigracia que a más de uno le recordará a los mejores momentos de don Mariano Rajoy.

Sin duda, Pedro Sánchez le debe una a Óscar Puente. En una semana difícil por las acusaciones de corrupción hacia su esposa las cuales propiciaron un amago de cuestión de confianza, su lugarteniente ha logrado desviar las miradas de buena parte de la clase política. Y es que en política no hay nada como tener al lado de uno un buen perro de presa, de igual modo que a un equipo de fútbol le resulta útil disponer de un delantero corpulento que fije a los centrales del rival para que la estrella del equipo se vea más liberada a la hora de buscar el gol. No resulta difícil adivinar quién hace de qué en el Gobierno de España y a quienes nos están metiendo los goles.

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