lunes, mayo 13, 2024

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Pedro I el cansino

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Me niego a que este tío me marque la agenda y me diga –en cada momento– en qué cosas tengo que pensar y en qué cosas tengo que fijarme. No me da la gana. Estoy harto de Sánchez y de su Gobierno de ocurrencias, de tuits y de grandilocuentes y vacías declaraciones. Me niego a que una cuestión que afecta exclusivamente al círculo íntimo de este sujeto sea convertida –ante una parroquia fiel de seguidores– en una bandera de combate del falso progresismo. El problema de la mujer de Sánchez transformado en problema de todos a raíz de otra de las maniobras de prestidigitación del presidente.

Estoy harto de Sánchez, de su mujer, de Bildu, de Puigdemont y de Bolaños. Estoy cansadísimo de toda esta gente. No lo puedo remediar. Y que conste que, a lo mejor, sí que es un problema de todos, ya que se trata de investigar la distribución del dinero público entre las liasons dangereuses de la Sra. Gómez.

Mucha gente me ha preguntado en las últimas horas mi opinión sobre la Carta a la ciudadanía de nuestro presidente Pedro Sánchez. A veces resulta muy útil acudir a la Real Academia Española para poder definir las cosas con la debida precisión. La Carta de este insólito presidente me parece meliflua, dulzona, melindrosa, melosa, remilgada, empalagosa, blandengue, alfeñique, aduladora, almibarada, hipócrita, embustera, farsante, mentirosa, falsaria, falsa, impostora, farisea, farisaica, testimoniera, guatusera, faruscas, agazapada, gañán, jactanciosa, egocéntrica, narcisista, arrogante, fanfarrona, chulesca, vulgar, chabacana, macarra, llorona, quejumbrosa, plañidera, untuosa, basta, ególatra, vanidosa, presumida, fatua y cainita. Qué rico es el castellano para poder indicar ciertas cosas.

Siguiendo con la RAE, me parece muy interesante la definición de cainismo que da esta institución. Define el cainismo como la actitud de odio o fuerte animadversión contra allegados o afines. Esto –ni más ni menos– es lo que siente el presidente hacia una gran parte de sus compatriotas. Cualquier acto público o privado que preside Sánchez –en España, en el extranjero, en el metaverso o en el algoritmo– está regido por una profunda inquina frente a los que no apoyamos su Gobierno. Esta Carta es un canto indisimulado hacia esa posición guerracivilista y polarizada que estos tíos se han ocupado de cultivar desde que llegaron a los sillones monclovitas. Esta Carta es otro factor de división consciente entre buenos y malos españoles: entre los que siguen a Sánchez y entre los que no.

Esto no es más que victimismo y odio. Sánchez no está tocado ni, muchísimo menos, personalmente afectado por una simple acción penal iniciada contra su mujer. Se lleva hablando de las amistades de Begoña Gómez, de Air Europa, de Marruecos y del máster de la Señorita Pepis en la Complutense hace semanas. Se lleva debatiendo esto incluso mientras el propio Sánchez amenazaba en el Congreso a Feijóo con hablar de los ingresos de la Xunta a su mujer («hay más, hay más», decía el colega moviendo el dedo tipo molinete). Un personaje como este no está tocado por nada ni por nadie: aunque esté muy enamorado de su mujer y de sí mismo. No es más que un truco político más de este tipo.

Dentro de un régimen político consolidado en los usos de la transparencia democrática, el hecho de que la mujer del presidente tenga una más que discutible relación con empresas rescatadas o agraciadas con los fondos públicos es un dato lo suficientemente importante como para motivar una investigación judicial. Y no hay más. Ni izquierdas, ni derechas, ni ultraderechas ni monsergas. Los datos publicados exigen una investigación adecuada, y ello es indiferente del proyecto político, de la ideología o de la simple forma de pensar del afectado. Esto no es una campaña de acoso: es una cuestión de simple salud pública.

¿Qué hemos hecho los españoles para ser gobernados así? ¿qué nos importa a nosotros que esté cansado Pedro Sánchez o que se esté replanteando su postura ante la vida y el amor? Otra pachanga organizada de cara a la galería para consolidar su liderazgo. Es otra trampa tramada por este viejo trilero al objeto de seguir en la poltrona.

Me da igual lo que haga Sánchez pasados estos cinco días de reflexión. Que se quede o que se vaya. Que renueve sus votos conyugales o que se divorcie. Que la ame o que la odie. Que se exilie o que se quede. Que modere la inmensa jeta de la que hace gala o que siga igual de impresentable. Haga lo que haga, este viejo país –castigado por siglos y siglos de miseria histórica y de malos gobiernos– no se lo merecerá en modo alguno.

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