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¿Qué supone el control de Rafah en el conflicto palestino?

La zona, recientemente objeto de ataques por parte del ejército israelí, ha sido el principal destino de huida y refugio para la población civil durante la guerra

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La ciudad de Rafah se ubica en el sur de la franja, en la zona fronteriza con Egipto, y su importancia es vital al tratarse del único acceso de la región Palestina que conecta con el exterior no controlado por Israel. Situándolo a nivel geográfico, se trata del cruce fronterizo que separa la Franja de Gaza de la península del Sinaí. Este enclave estaba gestionado por Egipto en colaboración con Hamás, y regulaba la circulación de personas que iban desde y hacia Gaza. Ahora, con los ataques lanzados por Israel, todo cambia. Rafah ha sido punto principal de acogida de refugiados, ayuda humanitaria y zona vehicular para el flujo de alimentos. Con la última ofensiva sobre el cruce todo esto depende de Israel, generando un bloqueo total con la acometida clara de ahogar a Hamás y presionar para la liberación de rehenes.

Esta zona del extremo sur gazatí era parte formal de Palestina previamente a la creación del Estado de Israel en 1948. Durante la guerra árabe-israelí, ese mismo año, el territorio pasó a estar bajo el control de Egipto, que sigue jugando un papel crucial en la contienda. Unos años después en la guerra de los seis días de 1967, Israel ocupó Rafah y la península del Sinaí, y posteriormente, tras los acuerdos de paz entre Israel y Egipto en 1979, Israel retiró sus soldados de la ciudad. Mantuvo, eso sí, el control del cruce y del flujo de personas que iban desde Gaza hacia Egipto, y así continuó la situación hasta 2005. Ese año el mando del paso fronterizo ha estado compartido entre las Autoridades Palestinas, Egipto y la Unión Europea. La victoria de Hamas en 2006 supone un punto de inflexión, pues es desde entonces que Israel implementa un bloqueo total por tierra, mar y aire sobre Palestina en todas las fronteras exteriores a excepción de Rafah, debido a su situación compleja que requiere de una presencia permanente, y es que Israel había retirado a sus tropas y sus últimos colonos en 2005. 

Los últimos acontecimientos y la toma del último acceso de salida para los palestinos por parte de Israel agrava más la situación. Dejar sin el último reducto de esperanza al bando palestino implica un acorralamiento total de Israel. Pero cabe cuestionarse si es esta la mejor estrategia posible por parte del gobierno de Netanyahu. El pueblo palestino ha sufrido decenas de miles de muertos durante el conflicto, sabe lo que es sufrir, y los pueblos totalmente acorralados no tienen nada que perder y se vuelven más peligrosos. La parsimonia y la falta de contundencia no son notas que caractericen precisamente la forma de actuar de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), pero con las tensiones con Irán, el apoyo de Hezbolá a Hamás y el interés cada vez mayor de Estados Unidos por apaciguar el conflicto, el inflexible modus operandi israelí puede derivar a la larga en mayores problemas para el cuestionado gobierno de Netanyahu.

El factor humano en este aspecto resulta primordial. Más de un millón de refugiados han encontrado asilo en Rafah desde que comenzó el conflicto abierto con Hamás el 7 de octubre del pasado año. La población de la localidad ha aumentado de 240.000 hasta 1.400.000 habitantes tras la llegada masiva de refugiados que huían del conflicto, y ahora mismo es considerado como uno de los mayores campos de desplazados del mundo.

Las respuestas posibles a lo que ya se ha convertido en una catástrofe humanitaria son cada vez más difíciles de auspiciar. Desde que la resistencia al genocidio sionista es abanderada por Hamas, la situación se ha agudizado. El error que llevó a la creación del Estado de Israel tiene hoy difícil remedio, estamos hablando de una potencia militar con una de las agencias de inteligencia con mayor capacidad del planeta. Pretender el fin de Israel hoy en día suena a retórica idealista, pero para tomar una postura consecuente con la defensa de la causa palestina habría que condenar a los Estados que tienen relación directa con el régimen de Netanyahu, como es el caso de Marruecos. En este sentido, desde nuestro prisma, la postura que ha tomado el gobierno español tiene más de retórico que de consecuente.

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