Si los lectores han visitado Galicia seguramente les resulte familiar la cerámica promocionada como gallega. Fondo blanco y dibujo azul oscuro o negro. El dibujo es claro y se remonta a la imaginería céltica. Y es que ya solo en lo referente al camino de Santiago, Sargadelos no anda falto de demanda.
La semana pasada sorprendía la noticia del súbito arrebato del director de la factoría en Cervo, Segismundo García. Ante una inspección de trabajo y una multa de 5.000, estaba decidido a cerrar la fábrica. Con el paso de los días se revelaron contactos de la Xunta, que han declarado a los productos de Sargadelos como Bienes de Interés Cultural. Aún no se han revelado los términos. Finalmente el culebrón concluía con un regreso a las aguas calmas y al parecer la fábrica seguirá operando con normalidad.
Y es que mucho se habló y se escribió, pero casi nadie mencionó las causas por las cuales se impusieron las sanciones. Resulta que se habían encontrado numerosas deficiencias en la salud de los trabajadores, así como sospechas de que muchos podías estar expuestos a contraer silicosis.
Ya quedan atrás aquellos años de la Galicia industrial, de la cual Citroen quizás es el cadáver más monumental que aún queda en pie. Pero es que incluso en una humilde factoría de entre 80 y 90 trabajadores como la de Sargadelos, la dinámica es la misma: el empresariado busca beneficio. Por parte del sector político no parece contemplarse una política real de promoción industrial, ni una intervención ante la ineficacia de la dirección para asumir el control . En lugar de eso, la respuesta es inyectar dinero público con la esperanza de que los votantes no perciban el escaso interés que existe, en el fondo, por preservar el empleo de calidad en nuestro país.