Aunque en un pueblo perdido del rural gallego en la década de los 2000 no tienes un acceso directo al último grito en cómic y entretenimiento, tampoco eres impermeable a la producción cultural mainstream. En mi caso mi infancia se vio acompañada principalmente por el «amigo y vecino» Spider-Man, mientras que cuando mi hermana me preguntaba, me inventaba la particular historia de cada componente de los 4 Fantásticos. Los X- Men marcaron mi paso a la adolescencia, prometiéndome a mí mismo crecer y convertirme en Lobezno o morir en el intento…
Por otro lado, en mi infancia solo interactué con la versión «culera» de Hulk. Ya de más mayorcito pude visionar Dare Devil, y aunque no es cuestión de abrir el debate, por muchas críticas que le lluevan, no es una mala película de superhéroes. O por lo menos aberraciones como Watchmen, Eternals, She Hulk, Wakanda Forever y otras muchas más han conseguido que envejezca con dignidad…
Lo cierto es que no me dio por ver la saga de los Vengadores hasta el año pasado. Y por mucho que se le pueda criticar, dejando de lado la impostura de Capitana Marvel y la ya consabida verborrea pro-yanki, no son malas películas, son entretenidas, sobre todo las que reúnen a todos los héroes. Además, sin que sirva de precedente, en tiempos con los que vivimos este tipo de películas nos remiten a una cierta épica, a una predisposición a la batalla, que por lo menos ya es algo más de lo que se pueda decir de Fast and Furious, o a la supuestamente más intelectual Napoleón de Ridley Scott.
Pero Marvel, no contenta con los enormes dividendos que les dejo la saga hasta Endgame, no ha sabido asumir aquella máxima de saberse retirar a tiempo, y ha intentado estirar el negocio de los superhéroes hasta límites insospechados. Esta vez el recurso por el que han optado es el de los «multiversos», llevándolo hasta puntos irracionales.
Pero no debemos ver esto como una elección al azar, ya que como luego comentaremos al respecto del indigenismo y la Leyenda Negra, la cuestión de las «múltiples realidades inconexas» es una elección íntimamente conectada con los fundamentos de la posmodernidad. Concretamente nos encontramos ante uno de los pilares del relativismo a ultranza, la hermenéutica (que asegura que en la historia no existen los hechos objetivos, sino solo las interpretaciones), fórmula acuñada por uno de los padres de la metafísica, el buen Parménides, y que luego Kant no quiso o no pudo atacar en su pugna contra el racionalismo puro. Sintetizando, esta es una tendencia al alza, la plasmación fílmica del relato histórico que se nos pretende imponer.
Este relativismo lo impregna todo, empezando por la historia y acabando en la biología o en la realidad misma. Sin ir más lejos, la ganadora absoluta de los Óscar del pasado año fue la bazofia multiversal coreana de Everything Everywhere All at Once, un cine meramente estético, no solo sin mensaje, sino sin historia ni narrativa, un totum revolutum de mediocridad escupida sobre la pantalla.
Si vamos más allá de la forma y pasamos al contenido, de la nota discordante que ya mencionamos de la inclusión forzada en las historias del cliché feminista de la Capitana Marvel, la saga de comics creada por Martin Goodman ha profundizado cada vez más en esa senda, debiendo rebautizarse más bien como Post-Marvel, aunque no se debería olvidar la esencia anticomunista y pro-imperialismo con la que fueron concebidos sus primeros comics. A pesar de que otras productoras han empezado a querer alejarse de esta deriva, ante lo que popularmente se ha dado en conocer como «go woke, go broke», Marvel parece que no se contenta con hundirse hasta la cintura en estas arenas movedizas, si no que busca también sumergir el resto del cuerpo que aún le queda en la superficie.
El último despropósito de la franquicia estadounidense ha sido la salida a la luz de una superheroína que encarna a una indígena canadiense que lucha contra los malvados… ¡Españoles!. El nombre de este cupo feminista y «racializado» en forma de heroína es Kahhori, y se inserta dentro de la saga What if…? (traducido a nuestro noble idioma en algo así como «¿Qué pasaría si..?»), algo así como otros posibles devenires de la saga Vengadores.
Siguiendo a nuestra no amiga india, nos trasladamos a un pasado más que distópico, a un ataque gratuito a los españoles y a la historia, ya que si volvemos a la realidad, seremos conscientes de los Iroqueses (dentro de los cuales se encuentra la nación Mohawk en la que se inscribiría la nueva heroína) fueron masacrados y expulsados de Estados Unidos en dirección a Canadá por franceses y británicos, no por españoles. Pero lo surrealista no se queda en Kahhori batallando contra los herederos de Hernán Cortés (que se alió con parte de los indígenas, no los masacró), sino que esta heroína se alía con otra fémina del universo, la capitana Carter, de nacionalidad… ¡Británica!. Pues sí que es distópico ese futuro en el que no solo los españoles invaden Canadá gratuitamente, sino que los británicos dejan de ser unos saqueadores y unos genocidas respecto a los pueblos que poblaban originariamente el norte del continente norteamericano… Aunque pútrido por la ideología dominante, hay que reconocer que el cerebro de los guionistas de Marvel es espacioso y fantasioso como pocos.
Sin ánimo de extendernos con un tema que se desacredita solo, dejaré una pregunta que trasciende el tema de la Leyenda Negra y el hispanismo… Reconociendo que existe un agravio histórico sobre los indígenas americanos del norte –repetimos, por si acaso, subyugados por franceses, británicos y holandeses, no por españoles– ¿Cómo se puede avanzar hacia un futuro de mayor prosperidad para los exiguos restos de esas comunidades, a través de un cupo forzado de una superheroína luchando contra un pueblo que nunca los atacó, mientras sus «compatriotas» viven alcoholizados y hacinados en reservas?
O por el contrario ¿no sería mejor dejar de llorar y pedirle perdón al pasado –gesto meramente simbólico y sin ninguna repercusión en el presente– e integrar a estas poblaciones a la nación norteamericana y canadiense, e incorporar lo que haya de valor en sus tradiciones, rechazando los arcaísmo perniciosos, y avanzar conjuntamente hacia un horizonte de progreso y respeto por la verdad histórica? En fin, el pasado es el pasado, y la ficción es la ficción, y si se pretende maridar ambos por lo menos que sea con un mínimo de respeto por la verdad.