Por las particularidades históricas de nuestro país, el mayor contingente migratorio que ha recibido es el procedente de Hispanoamérica. Esto ha provocado una serie de fenómenos sociales de diverso tipo. Por un lado se ha dado un cierto proceso de asimilación e integración de parte de esta diáspora, debido a las similitudes con respecto a la cultura autóctona. Pero en otro ámbito se han importado modos de comportamiento social y a nivel de delincuencia y criminalidad propios de los países de donde proceden los inmigrantes.
Si nos centramos particularmente en el fenómeno de las bandas latinas, este tipo de organizaciones delictivas no son genuinas de los países hispanoamericanos, sino que responden principalmente a las dinámicas sociales de Estados Unidos. Estados Unidos está conformado por grupos de población de diferentes procedencias y con diversas idiosincrasias culturales. Aunque su matriz nacional se basa en derechos jurídicos y de propiedad de carácter liberal, en el plano cultural predomina la influencia WASP (blanca, anglosajona y protestante). No obstante, las comunidades que no encajan en este perfil también son consideradas estadounidenses siempre que no desafíen los principios liberales sobre los que se fundó la nación.
Esta visión abierta y cosmopolita tiene, sin embargo, su contrapartida en las zonas más pobres. La falta de protección social y la ausencia de un nexo cultural común provocan que los distintos grupos se organicen según su origen migratorio, generando un proceso de fragmentación o «cantonalización» dentro de los propios getos.
Explicado el origen histórico del fenómeno de las bandas, trasladémonos a la actualidad española para juzgar su trascendencia en nuestro país. La existencia de este tipo de organizaciones se remonta a los años 2000. Destaca el grupo de los Latin King, así como su contrapartida los Ñetas. En el 2003 los Ñetas asesinaron por equivocación al joven Roony Tapias en Barcelona.
Tras una trayectoria sui generis, llegando a plantearse legalizarse como una asociación cultural, en el 2012 los Latin Kings son declarados ilegales y acorralados a nivel policial. En la actualidad las bandas más influyentes y peligrosas son los DDP -Dominican Don’t Play-, y los Trinitarios. Existen otras como Bloods -de mayoría magrebí- o los Forty Two.
Como ya indicamos, estos grupos no presentan dinámicas propias en nuestro país, sino que son un mero fenómeno de imitación; el enfrentamiento entre DDP y Trinitarios responde a la batalla que estos libras en Estados Unidos, país que vio nacer a ambos.
En Madrid es donde se concentran en mayor número esas bandas, sobre todo en Vallecas, Arganzuela o Carabanchel, y en las afueras San Sebastián de los Reyes o Alcobendas; se cree que existen en torno a 700 pandilleros en la capital. Aproximadamente la mitad de ellos son menores. En España podrían existir en torno a 2.500.
La actividad criminal de estos grupos está principalmente orientada hacia los hurtos o la extorsión a baja escala. El acto iniciático más común es la agresión al integrante de una banda rival. En 2022 murieron 7 personas en la Comunidad de Madrid en relación con la violencia entre bandas. En 2023 se tramitaron legalmente 24 asuntos relacionadas con bandas, mientras que en 2022 el número fue de 20. El verano del pasado año fue especialmente reseñable, registrándose varias agresiones, la mayoría realizadas con arma blanca, y perpetradas por menores. Por la dureza regulatoria de nuestro país se considera que no han podido acceder a armas de fuego de forma usual, pero ya se han registrado ciertos casos donde han podido comprarlas.
También cabe reseñar que se ha observado que las bandas se han abierto a otras nacionalidades no hispanas, tales como marroquíes o rumanos, así como españoles -importante tener en cuenta la laxitud de la concesión de la nacionalidad que hace coger estos datos con precauciones-.
En febrero de 2022, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, afirmó en el Parlamento autonómico: “Las bandas juveniles son españolas. En las bandas latinas hay emigrantes de segunda generación tan españoles como Santiago Abascal, como usted o como yo”. Estas declaraciones, junto con el hecho de que, hasta ahora, la violencia se ha concentrado principalmente entre pandilleros, sugieren que el fenómeno aún es embrionario en España. Sin embargo, diversos expertos han advertido que, debido a factores específicos del país, como una legislación permisiva en materia de delincuencia, el escenario podría favorecer la implantación de bandas más estructuradas y violentas, como las maras centroamericanas o los cárteles mexicanos. A diferencia de las pandillas juveniles, estas organizaciones no responden a un fenómeno imitativo o estético, sino que operan con medios mucho más violentos y fines mucho más ambiciosos.
La situación en el sur de Madrid es especialmente preocupante. Su perfil delictivo contrasta con el del resto del país, salvo quizá en Barcelona y Bilbao, donde se han detectado dinámicas similares.