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Bart De Wever asume el liderazgo de Bélgica con una agenda migratoria restrictiva

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El 3 de febrero de 2025, Bart De Wever asumió el cargo de primer ministro de Bélgica tras más de siete meses de negociaciones posteriores a las elecciones parlamentarias de junio de 2024. Las conversaciones, marcadas por la fragmentación partidista, concluyeron con la formación de la llamada Coalición Arizona. Esta coalición está integrada por cinco partidos: la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), los democristianos flamencos (CD&V), los socialistas flamencos (Vooruit), los liberales francófonos (MR) y los centristas francófonos (Les Engagés). Su formación puso fin a un prolongado período de incertidumbre. Sin embargo, la alianza no está exenta de tensiones. La presencia de los socialistas flamencos junto a los liberales y nacionalistas genera dudas sobre la estabilidad del ejecutivo.

Nacido en 1970, Bart De Wever es una de las figuras políticas más influyentes de Bélgica. Desde 2004, lidera la Nueva Alianza Flamenca (N-VA), un partido nacionalista flamenco que defiende una mayor autonomía para Flandes. Antes de ser primer ministro, fue alcalde de Amberes desde enero de 2013 hasta febrero de 2025. Durante su mandato, se enfocó en reforzar la seguridad y reducir la criminalidad, lo que le otorgó un amplio respaldo en la región flamenca. No obstante, sus detractores lo critican por su retórica nacionalista y sus políticas migratorias restrictivas. Su llegada al poder marca un punto de inflexión en la política belga. Por primera vez, un partido que ha cuestionado el modelo federal encabeza el gobierno del país.

Uno de los ejes centrales del nuevo gobierno es el endurecimiento de las políticas migratorias. De Wever ha impulsado medidas para reducir el número de solicitantes de asilo, restringir los beneficios sociales y fortalecer los controles migratorios. Los requisitos para la reunificación familiar ahora son más estrictos. Los inmigrantes deben demostrar ingresos estables y cumplir con exigencias de integración más severas. El acceso a las prestaciones de la seguridad social también será más difícil. Los inmigrantes deberán residir en Bélgica al menos cinco años antes de poder solicitarlas. Según el gobierno, esto evitará el “abuso del sistema de bienestar”.

Otra medida clave es la reducción progresiva de plazas de acogida para solicitantes de asilo. Con ello, el gobierno pretende aliviar la carga sobre los servicios sociales y desalentar la llegada de nuevos migrantes. Además, se ha establecido un mecanismo de revisión periódica de los permisos de residencia de refugiados con protección subsidiaria. Si la situación en sus países de origen mejora, podrían perder el derecho a permanecer en Bélgica. Estas reformas reflejan la postura de De Wever, quien defiende una política migratoria más estricta. Asegura que la inmigración masiva representa un desafío para la cohesión social y la estabilidad económica.

Las nuevas políticas han generado una fuerte polarización en la sociedad belga. Dentro del gobierno, los liberales francófonos del MR y los centristas de Les Engagés apoyan las reformas. Consideran que son necesarias para proteger el modelo de bienestar y priorizar a los ciudadanos belgas. En contraste, la oposición, liderada por el Partido Socialista (PS) y Ecolo, rechaza estas medidas. Acusan al gobierno de implementar políticas discriminatorias que dificultarán la integración de los migrantes. Organizaciones de derechos humanos también han criticado las restricciones. A nivel europeo, Bélgica sigue la línea de otros países que han endurecido sus políticas migratorias, como Países Bajos, Dinamarca e Italia.

El gobierno de De Wever enfrenta otros desafíos importantes. Uno de los principales es el futuro del sistema de seguridad social. Bélgica atraviesa un proceso de envejecimiento poblacional que ejerce presión sobre los recursos públicos. Además, la estabilidad de la Coalición Arizona está en juego. La alianza reúne partidos con ideologías distintas, lo que podría generar tensiones en la toma de decisiones. En este contexto, la gestión de la crisis económica y la inflación será clave para el futuro del país.

Con la llegada de Bart De Wever, Bélgica inicia un nuevo capítulo político. Su gobierno marca un giro hacia políticas migratorias más restrictivas y un liderazgo de corte nacionalista flamenco. Si bien sus reformas han sido celebradas por sectores que piden mayor control de la inmigración, también han generado fuerte oposición. Tanto dentro de Bélgica como en el ámbito europeo, el debate sigue abierto. El éxito o fracaso de su mandato dependerá de su capacidad para mantener unida la coalición y gestionar las crecientes tensiones económicas y sociales. En un país donde la estabilidad política siempre ha sido un desafío, su liderazgo marcará el rumbo de los próximos años.

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