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Se reabre la polémica en torno al uso del teléfono móvil en escuelas e institutos

Se baraja permitir la utilización en clase cuando el profesor así lo requiera, exclusivamente como herramienta educativa

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La ministra de educación Pilar Alegría propondrá, a partir de este mes de enero, la prohibición del uso de teléfonos móviles en los centros de primaria y secundaria de todas las autonomías, incluido en espacios como el comedor o en horario de recreo.

Se baraja permitir la utilización en clase cuando el profesor así lo requiera, exclusivamente como herramienta educativa. Hasta ahora tan solo cuatro comunidades —Andalucía, Castilla-La Mancha, Galicia y Madrid— prohibían su uso durante las horas lectivas, mientras que Cataluña será la siguiente comunidad en sumarse a la implantación en el próximo curso 2024/25. En las demás regiones, las restricciones dependen de la normativa de cada centro y de su hoja de ruta. Pilar Alegría ha señalado la importancia «buscar una solución consensuada y adecuada por parte de todos, para poder dar respuesta a esa preocupación que comparten las familias (…). Queremos sentarnos con las CCAA, posteriormente tendré una reunión con el Consejo Escolar e iremos con una propuesta».

Las reacciones y diferentes posicionamientos al respecto no se han hecho esperar. La OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos) se declara en contra de esta iniciativa, alegando que la prohibición «puede provocar que los alumnos sean menos capaces de aportar un comportamiento responsable respecto a su uso», proponiendo enseñar un manejo consecuente del teléfono móvil a los jóvenes. Otros medios exponen que esta restricción sería un gran error, señalando que estos dispositivos pueden ser de gran provecho como instrumento pedagógico, empleando su función interactiva (aunque muchos profesores argumentan que los alumnos, en estas situaciones, dedican mucho más tiempo al uso personal que a las tareas designadas). Con esto, se reabre una polémica que preocupa a docentes y asociaciones de padres desde hace años, generando opiniones y posturas de lo más diversas.

En opinión de psicólogos y profesionales de la enseñanza, no se albergan dudas sobre lo contraproducente que es el empleo de teléfonos móviles y dispositivos electrónicos en los centros de estudio, afectando al rendimiento escolar y a la capacidad de concentración de los estudiantes, llegando muchas veces a ser motivo de conflicto entre profesor y alumnado. En último término, el uso irresponsable eclipsa la posibilidad de aportar facilidades en la formación o en el aprendizaje, haciendo que el «mobile learning» (aprendizaje electrónico a través de dispositivos móviles) resulte infructuoso la mayor parte de las veces. 

Esto se suma a la lista de problemas incrementados por estos dispositivos que perjudican a los adolescentes tras los muros de los centros de enseñanza, como el ciberacoso, el bullying, el chantaje o la extorsión; no hablemos ya del malestar psicológico asociado a su uso, destacando las conductas adictivas, estados de ansiedad, alteraciones del sueño, trastornos alimenticios, irritabilidad, agresividad e incluso «síndromes de abstinencia» (y aquí habría que subrayar la evidente influencia, en concreto, de las redes sociales, muy vinculadas a este tipo de problemas, relacionados con la popularidad, la autoestima o el deseo de aceptación por los compañeros).

La dependencia de este dispositivo, en principio diseñado para facilitar nuestra comunicación, estar mejor informados y servir de ayuda en nuestra rutina, ha hecho que, paradójicamente, nos sintamos más incomunicados, estemos más desinformados que nunca y sea causante de nuevas dificultades en nuestras vidas, siendo los adolescentes los principales afectados. Este es un problema que trasciende las paredes del aula, ya que esta sobreexposición influye gravemente en las capacidades cognitivas y en las habilidades sociales, y los usuarios más hiperconectados son los más perjudicados. 

En el caso de los más pequeños, queda demostrado que las nuevas tecnologías (videojuegos incluidos) interfieren en su desarrollo intelectual, suplantando actividades saludables y decisivas en su crecimiento como jugar al aire libre, relacionarse con otros niños, leer o implicarse en ocupaciones extraescolares. Con estos antecedentes, no puede negarse que el teléfono móvil es un arma de doble filo, especialmente para los más jóvenes; tiene un gran impacto sobre sus estudios y en su forma de relacionarse con el mundo, y su presencia sobre los pupitres representa más una distracción que un apoyo para realizar labores lectivas.

Por ahora el debate sigue sobre la mesa, y será llevado ante el Consejo Escolar del Estado y las comunidades autónomas a lo largo de este próximo enero.

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