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El riesgo del ciclismo de carretera

En España, cada nueve días muere un ciclista atropellado

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Las bicicletas son un transporte que es usado por la población. Desde pequeños, los ciudadanos comienzan a dar pedales por las calles de su localidad. El aviso siempre es el mismo: «ten cuidado con los coches», todo ello para evitar accidentes mortales. En la mayoría de los casos, la bicicleta queda en un simple recuerdo de la niñez. Pero no siempre es así.

Además de ser una alternativa a los coches, las bicicletas sirven para medir tus fuerzas. En España, en los últimos años, -desde que Perico ganó el Tour de Francia-; la afición por el ciclismo de carretera no ha dejado de crecer.  Cada domingo, es habitual encontrar a grandes grupos sobre el asfalto dando pedales. Todos ellos, salen de casa en busca de la desconexión y disfrutar de un rato agradable. El problema radica en la falta de entendimiento entre los automóviles y las bicicletas. Si se juntan dos inconscientes solo hay un final. El accidente tras un choque.

Creación del conflicto

En la encrucijada está claro, que el eslavón debil son los deportistas. Son quienes más tienen que perder. Si sacamos de la ecuación a los patinetes, a quienes se ha comenzado a limitar el acceso a las carreteras comarcales, el arcen se convierte en la zona de conflicto. El arcen es la zona que sirve de protección para los ciclistas hasta que llegan las rotondas y los cruces. El caos comienza en estos puntos.

Los deportistas, quienes utilizan calas- una zapatilla enganchada al pedal- buscan evitar sacar del estribo el pie. La razón es sencilla.  Los nervios pueden  llevar a una posible caída y se intenta evitar. Ello conlleva ajustar el tiempo de entrada a la rotonda, por tanto, un simple frenazo puede causar el accidente.  Con la rotonda en liza, la dificultad para señalizar es crucial. Entre los deportistas se usan las manos para indicar las salidas, sin embargo, los coches no siempre se dan cuenta. Los intermitentes son un lujo de los automóviles.

Los cabezones de la carretera

En la carretera los peligros se multiplican y cuando se cruzan dos cabezones estas perdido. En general, las personas se entienden hablando y los adelantamientos no provocan conflictos. El problema nace cuando las reglas de circulación son esquivadas. Un adelantamiento en una curva sin visibilidad, un semáforo en rojo, un ceda infringido… Son las principales fuentes de conflicto. Al final, la prudencia es la sabiduría en los conflictos. Si cumples con los conductores, ellos te respetaran. Y en el caso de encontrar a un cabezón pasando un semáforo en rojo, frena. Aunque tengas la razón,  mejor perder diez segundos, que perder la vida.

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