Las revueltas y golpes de estado acontecidos durante los últimos años están poniendo contra las cuerdas el dominio europeo sobre el continente africano, especialmente en la región del Sahel, donde Francia pierde influencia a pasos agigantados. Lustros de esfuerzos por parte de China, así como de la inteligencia rusa, sumados a una incompleta descolonización por parte de las antiguas potencias coloniales, son el detonante de la explosión de sentimiento anticolonialista.
Esta reducción de la influencia europea en la región está dejando un hueco que nuevas potencias emergentes están dispuestas a ocupar. Turquía, que ha abierto más de 30 nuevas embajadas en África en los últimos 20 años, está dispuesta a dar la batalla por la influencia económica y política sobre el continente. A diferencia del enfoque más imperialista de China, en el cual las grandes compras de deuda soberana de los países africanos le permite tener un gran poder sobre ellos, Turquía centra sus esfuerzos en la cooperación económica así como una más estrecha diplomacia con los países de mayoría musulmana.
Aunque todavía lejos de los valores de los países europeos, con economías mucho más desarrolladas que la turca, Turquía año tras año aumenta el volumen de su comercio y lo hace a pasos agigantados, pasando de 5.000 millones a 40.000 millones de dólares en los últimos 20 años.
Debido a su pasado imperial en el norte de África, la inversión turca en el continente se ha centrado históricamente en esta región, pero está expandiendo sus intereses económicos a través de la región subsahariana con grandes intereses en tierras raras, energías renovables y proyectos de infraestructuras. Hoy, Turquía tiene proyectos de infraestructuras en África por valor de más de 70.000 millones de dólares y el capital turco tiene ya posiciones significativas en sectores como el acero, la minería, los ferrocarriles o las infraestructuras.
Turquía está jugando de forma muy habilidosa la carta del Tercer Mundo, posicionándose como una alternativa a las potencias hegemónicas de Occidente, Rusia y China, ofreciendo una cara más amable y menos invasiva a los diferentes países, que no ven en Turquía una amenaza a su soberanía.
Ante este escenario, Turquía se ha asentado como el cuarto exportador de armas en el África subsahariana, con especial relevancia en la exportación de drones. Estos drones juegan un papel clave en la lucha de los diferentes estados contra los grupos rebeldes o terroristas. De seguir esta tendencia, pronto Turquía superará en exportaciones armamentísticas a España, entrando en el Top 10 de mayores exportadores de armas del planeta.
Europa no está sabiendo reaccionar a los diferentes eventos políticos que están sucediendo en la región: La guerra civil de Libia, la guerra civil de Sudán, golpes de estado en el Sahel, etc. Estos últimos, amenazan de forma directa uno de los últimos reductos de poder colonial francés sobre la región: el Franco CFA, moneda actualmente de 12 países y que arrebata la soberanía monetaria a los países de la región, pues su valor está fijado respecto al Euro. En caso de que el Franco CFA sea sustituido por una nueva divisa, como propone la Comunidad Económica de Estados de África Occidental, quedará un importante hueco de influencia que seguro que Turquía no dejará escapar.