Ver para creer. En Bélgica se han reinventado y la iglesia de San Antonio de Padua se ha convertido en un rocódromo. La falta de feligreses y el alto coste de mantenimiento han facilitado el traspaso. La asociación Maniak ha firmado un contrato de treinta años para la explotación de la iglesia.
El monumento fue construido a principios del siglo XX, en plena expansión industrial de la capital belga. En el distrito de Forest, la iglesia fue perdiendo feligreses y tuvo que ser abandonada. Con la religión fuera de la ecuación, la asociación Maniak, especializada en el mundo de la escalada- regenta tres rocódromos en Bélgica- apostó por el monumento arquitectónico. La parroquia ha pasado de escuchar las plegarias de los feligreses a ser encandilada por los escaladores que se acercan a disfrutar de sus paredes.
Un acuerdo beneficioso para ambas partes
De esta manera lo ha definido uno de sus valedores. François Berkmens, socio de la organización, ha mostrado la facilidad del intercambio: “Fue una situación en la que todos salimos ganando, porque la parroquia quería cuidar su edificio y preservarlo para la gente del barrio y nosotros queríamos abrir un rocódromo para todo el mundo”. Además, en su respuesta ante los micrófonos de EFE, el escalador ha recalcado el asombro y la admiración de los turistas que llegan a Forest.
Para seguir con la admiración de los visitantes y deportistas, la compañía ha firmado un arrendamiento de treinta años del inmueble. Los escaladores disponen de una sala central con 18 metros de varias vías con diversas dificultades adornadas con un luminoso Cristo y un colorido rosetón. Para los más pequeños, en los pasillos laterales, existen zonas de entrenamiento para iniciar el camino hacia las cimas más altas. Además, Maniak ha completado el área recreativa con una sala para celebrar cumpleaños y disfrutar de descansos para planificar la ascensión a las alturas.