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Haití, vanguardia de la revolución mundial

Como este mismo medio ha venido siguiendo, la situación en Haití está alcanzando umbrales realmente dramáticos. Pero aún más dramático es como en Occidente se ha tomado esta situación.

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Los medios vendidos callan, pero hay una región del mundo donde se está fraguando una profunda experiencia revolucionaria. Un lugar donde la propiedad privada es difusa, como el Estado que debería abalarla. En ese lugar el sexo también es algo relativo, aunque el hecho de que los varones jóvenes tiendan a la milicia y las mujeres al lupanar será uno de esos efectos secundarios que tienen toda buena revolución post-68. Estamos hablando del reino de lo ACAB, ya que incluso hay jefes de escuadras policiales que antes de servir al malvado Estado capitalista prefieren fundar sus propias pandillas de asesinos y lúmpenes… ups, perdón, quería decir de abnegados revolucionarios. En esta paradisíaca y revoltosa isla caribeña cada vez se ve más cuestionado el reinado del hombre cis heteropatriarcal –que no podría ser blanco por la gran concentración de melanina que presenta la población de casi toda la isla–, ya que su esperanza de vida no suele ser muy elevada. En esta isla tampoco existe ecoansiedad, sus habitantes están más preocupados por encontrar alimento diariamente. Es más, el trabajo poco a poco también se está erradicando en nuestro paraíso, ya que por cuenta propia es una quimera –siendo fuertemente lacerado por el grandioso «impuesto revolucionario» que imponen las pandillas– y las únicas instituciones de envergadura que pueden ofrecer un salario o son las organizaciones criminales –perdón, otro lapsus, quería decir revolucionarias– o mafiosas ONG que prefieren ofrecer otras cosas antes que el maldito «desarrollo económico» occidental.

Como sé que los lectores de estas líneas van sobrados de perspicacia, lo confirmo, estamos hablando de Haití. Como este mismo medio ha venido siguiendo, la situación en la isla está alcanzando umbrales realmente dramáticos. Pero aún más dramático es como en Occidente se ha tomado esta situación, tal como refleja el documental «Otra visión. Dentro de la insurrección haitiana», de Uncaptured Media. En esta serie de 3 documentales se nos presenta a Jimmy “Barbacoa” Chérizier –líder de una de las dos grandes bandas criminales del país– como un… ¡revolucionario!, llegando a entrevistarlo con una pintada del Che Guevara de fondo.

Como dije ya en su momento cuando escribí sobre Napoleón, nunca creí que viviría tiempos tan extraños donde me tocase defender al Che Guevara. Y es que ese argentino nacionalizado cubano para mí solo representa un aventurerista, nacionalista, antimarxista, corporativista y contrario a lo que en nuestros tiempos debe entenderse como progreso, sumado al nefasto ejemplo de «guerrillerismo barato» que tanto mal ha hecho al movimiento revolucionario mundial desde los años 60. Pero esto no me impide reconocer que el Che por lo menos empuñaba las armas con una finalidad política, ideológica, por la plasmación de un Estado en el que imperasen otros valores más elevados que la simple ley del más fuerte, aunque no fuesen los del progreso y el socialismo, como ya he indicado.

Y es que aunque la izquierda en general ha callado sobre lo de Haití, existe una latencia en esta que la hace ver con simpatía a las bandas criminales que están pugnando con el debilitado Estado haitiano. Esto se ve muy claramente en su enfoque político hacia la figura y las políticas de Bukele. Y volvemos de nuevo a lo mismo, a ese estúpido «cuanto peor, mejor», una estrategia que pasa del infantilismo a lo aberrante, y que de apoyar al RAF, a Sendero Luminoso y fumar porros mientras lee a Mao, ha acabado derivando en apoyar a bandas criminales cuyo único fin es el máximo enriquecimiento por cualquier fin, solo porque no se alinean con lo que ellos entienden por Estado capitalista opresor.

Esto es un delirio, como siempre nos dice el también colaborador de este medio –aunque se echan de menos sus columnas de opinión– Pau Botella: ¿Dónde quedaron los comuneros parisinos pintando en las paredes «¡Muerte a los ladrones!»? Una revolución no es una fiesta caótica, en la que todo vale. Y es que incluso hasta Sergei Kovaliov al hablarnos de las revueltas de esclavos nos dice que los elementos lúmpenes eran los que más tropelías cometían, solo interesándoles la destrucción sin más de todo lo existente. Esta incomprensión por parte de la izquierda y de los guerrilleros de Twitter de lo que es una revolución va paralela a su incapacidad para realizar una revolución de verdad.

En fin, suponemos que desde Occidente se seguirán viendo grandes oportunidades de revolución en Haití, Afganistán, Sudán, la República Democrática del Congo, Somalia –habiendo 3 hay donde elegir…– y Dios sabe dónde más, mientras el hombre blanco cis hetero patriarcal se sigue levantando a las 6 de la mañana para que el mundo siga girando, y aunque tenga un coche y cobre más de 1000 euros lo más seguro es que en lo profundo de su ser siga esperando esa alternativa que de verdad cambie las cosas y lo ponga en el lugar que la historia le tiene reservado, librándolo de esas cadenas que en el fondo es de lo único de lo que realmente se lo puede privar.

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