domingo, noviembre 24, 2024

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American Fiction, ¿disidencia controlada?

La película nominada a los Óscar es aclamada por la crítica. Si critica la ideología woke, ¿por qué la promocionan las mismas instituciones que a esta?

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American Fiction es una película alabada por los críticos, que señalan lo ácido de su crítica a lo woke. Sin embargo, esto no parece encajar demasiado con lo que sabemos del mundo de la llamada «alta cultura» norteamericana, precisamente el que más promociona estas ideas. ¿Estamos acaso ante un giro de timón en las altas esferas del mundo del espectáculo? ¿O es quizás que la película no es lo que prometen? Hay que responder afirmativamente, por lo menos en parte, a las dos preguntas.

Lo primero que es necesario comentar al respecto de American Fiction es que adapta una novela de 2001, Erasure. Esto ya nos indica algo, y es que la sociedad estadounidense en 2001 era muy distinta de la actual. ¿Cómo puede ser entonces que trate un tema tan de actualidad como la ideología woke? ¿Es posible que la película tenga poco que ver con la obra que adapta? ¿O es que lo woke no es el tema principal de la película? Otro aspecto para tener en cuenta antes de verla es que Percival Everett, el autor de la novela, suele tratar en sus obras temas que no parecen situarlo ideológicamente muy lejos de lo que nos promete que se critica: habla de la segregación racial, de los crímenes de odio…

Es evidente que algo no encaja con lo que nos venden. Es necesario, por ello, entrar ahora al argumento de la película:

 

El protagonista es un escritor afroamericano, Thelonius Ellison, que está harto de que coloquen sus libros en la estantería de la llamada «literatura afroamericana» aunque no traten de afroamericanos, y de que su agente le pida que utilice las temáticas propias de esta. «Yo ni siquiera creo en las razas», dice, y su agente le responde «el problema es que los demás sí». Este es probablemente el punto más ácido de la crítica que hace la película, pues señala que los estadounidenses tienen una mentalidad tan racista que, incluso cuando pretenden luchar contra el racismo, lo hacen desde esa mentalidad segregacionista: políticas identitarias, cuotas de representación… Su manera de enfrentarse al racismo tan arraigado en su sociedad es seguir usando las mismas categorías, empujando a los blancos a sentirse culpables por el mero hecho de serlo (un pecado original heredado de sus antepasados esclavistas) y a los negros a buscar formas de empoderarse con distinciones culturales (como sería un ejemplo la creación de Kwaanza, una navidad alternativa para la población afroamericana).

La trama de la historia empieza a desarrollarse cuando a Thellonius, un poco bebido, le visitan las musas e idea una historia que parodia los estereotipos raciales con los que otros escritores afroamericanos tienen éxito: una novela sobre delincuentes del gueto, esperpéntica y escrita en dialecto afroamericano. Es sólo un chiste, una burla que envía a las editoriales para darles un toque de atención. Pero en estas no pillan la broma, una le ofrece un contrato millonario (que se ve obligado a aceptar por problemas económicos) y la novela enseguida se convierte en un éxito de ventas. El autor, para no tener que desvelar su verdadera identidad en la promoción, se hace pasar por un fugitivo de la justicia, lo que da lugar a varias situaciones cómicas. Estamos así ante una trama que podría hacer de la película una comedia de enredos, pero que no acaba de tomar fuerza porque la línea argumental se diluye entre los dramas que se van sucediendo en la familia del escritor.

 

El verdadero problema de la película viene cuando, de súbito y sin explicación, nos encontramos ante un protagonista que no defiende en su discurso aquello que decía al comienzo de que no cree en las razas. Al analizar lo que le está ocurriendo categoriza a la sociedad en «los blancos», que buscan historias con las que sentirse culpables, y «nosotros», quienes no deben plegarse a darles lo que quieren. La historia, de manera no muy sutil, ha ido reconduciendo el planteamiento hasta volver por completo al discurso hegemónico.

De esta manera, la película cumple la doble función que comentábamos al principio: Por un lado, critica los excesos de la ideología woke, estableciendo ciertos límites —muy laxos— para señalar que ir más allá es entrar en lo absurdo. Tiene así cierto componente conservador, pero cuando ya se ha llegado a unos límites desde los que resulta difícil el retorno. Por otro lado, la intención es atrapar a las personas que ya están hartas de los disparates a los que se tienen que enfrentar diariamente, para después tratar de pastorearlas de vuelta al sistema. Y es por eso, precisamente, por lo que el sistema la aplaude, por lo que bajo una apariencia de flexibilidad y de libertad de expresión, se promociona una película que solo es crítica a nivel superficial.

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