Los días 24 y 25 de abril de 1919 han quedado en el recuerdo colectivo taranconero como unas jornadas de lucha contra el abuso y la subida de los precios de bienes necesarios que, según testimonios de los ancianos que fueron entrevistados a finales de los años setenta, la patata marcó el punto de inflexión para que las mujeres y niños, primero, y los hombres que trabajaban, después, se levantaran, piedras en mano, en este pueblo de Cuenca.
Nos situamos en el contexto del final de la Primera Guerra Mundial y la tendencia a la inflación de los precios, debido en parte a la subida de exportaciones y a la bajada radical de importación por la neutralidad española. La situación de los trabajadores del campo era insostenible, viendo como cada vez la compra les resultaba más cara.
Los días anteriores al comienzo del motín se notaban cada vez más tensos, con grupos de personas mayores murmurando en la antigua calle Fermín Caballero, principal foco comercial de la localidad. El día 24 de abril, día de mercado en la plaza, alrededor de cien mujeres se presentaron al alcalde Casto de la Torre, protestando por el encarecimiento de productos como el pan, las patatas o las cebollas. Viendo que el alcalde no les hacía el respectivo caso a sus reclamas sobre la crisis de subsistencias, se cuenta que las mujeres asaltaron los comercios, que fueron cerrando por el miedo.
En la tarde de ese mismo día los comerciantes no pudieron abrir de nuevo porque a las mujeres y niños se les unieron los hombres, que llegaban de trabajar en el campo. Tras reunirse los vendedores y el alcalde, acordaron rebajar los precios un 25%, medida que no aceptó la población taranconera, continuando con el tumulto en la plaza de la Constitución. Ante la negativa de los manifestantes se ordenó que la Guardia Civil cargara contra ellos, provocando una detención y varias heridas leves, según los medios de la época.
Al día siguiente, 25 de abril, la tensión volvió entre los vecinos y los comerciantes, comenzando la jornada con una disputa con un panadero. Para controlar la situación se presentaron en Tarancón hasta 40 hombres de caballería e infantería que acompañaban al Gobernador Civil de Cuenca. Las fuentes periodísticas narran que se acordó entre el Gobernador y el alcalde rebajar los productos para apaciguar los ánimos, informando a los vecinos. Sin embargo, los tenderos no aplicaron esa rebaja y cerraron, volviendo a tensar la situación con unos vecinos que se encontraban enfadados y con hambre, pues no habían podido adquirir alimentos en dos días.
En las últimas horas de la tarde, los vecinos encolerizados se dispusieron a lanzar piedras contra los establecimientos y, también, contra las casas de los caciques y oligarcas del municipio conquense. El motín era ya una realidad que enfrentaba a trabajadores con burgueses y poderosos, que también respondieron. De las casas y tiendas se escuchaban disparos que alcanzaban a la gente que se concentraba en el exterior, hiriendo a muchos de ellos.
A la escena de griterío de los amotinados y el ruido de las armas de fuego de dentro de algunas casas se le sumó la presencia de varias docenas de guardias civiles, que, debido a los fogonazos que escuchaban y que una piedra cayó al pie de uno de ellos, fueron ordenados cargar por el Teniente Coronel Carmelo Rodríguez de la Torre contra los amotinados. Aquéllos huyeron despavoridos entre ríos de sangre, balas del fusil máuser y varias personas que habían fallecido a causa del tiroteo que les venía desde la guardia y las viviendas de las familias ricas de Tarancón.
Numerosos vecinos fueron heridos de gravedad y diez resultaron muertos; seis en el acto, tres unas horas después y una última que falleció días más tarde. Las víctimas mortales del Motín de Tarancón, uno de los últimos motines de subsistencia en España fueron los siguientes:
- Ambrosia Ramos López, de 27 años
- Santos Díaz Sánchez de 28 años, jornalero
- Eladio García Olmedilla de 55 años, labrador
- Lucía Párraga Poveda, de 25 años
- María de la Torre, de 11 años
- Ángel Sánchez, cabo de la guardia municipal de 46 años
- Severa Moreno Martínez, 55 años.
- Josefa Ramos Torres, 53 años
- Pedro García Gómez, jornalero de 26 años.
- Josefa de la Torre, de 43 años
Este episodio de La Mancha conquense ha quedado reflejado en la cultura popular gracias a la obra de teatro que escribió a principios de este siglo en memoria de las víctimas Fernando Aguilera, dramaturgo chileno, y que tituló El Motín de la Patata, nombre por el que se conoce actualmente al hecho histórico, pese a que no nos encontramos ese apelativo en ningún documento de prensa de la época.
Habría que reeditar el motín pero contra el Mercadona, genial artículo Yago!