España ya es el segundo país de Europa con menos nacimientos, ya sea por la difícil conciliación familiar, dado que no somos un país puntero en dichas medidas, por el elevado coste de vida o por motivos ideológicos. En los últimos sesenta años, la tasa de natalidad ha disminuido de forma cualitativa hasta registrar sus mínimos históricos, y para poder analizar esta tendencia tendremos que atender a varios factores.

En 1960 la tasa de natalidad, número de nacimientos por cada mil habitantes en un año, era del 21,70%, y el índice de fecundidad, número medio de hijos por mujer, del 2,86. En 1980 la tasa de natalidad cayó al 15,22% y el índice de fecundidad al 2,21, y diez años después en 1990, volvió a disminuir en gran medida con una tasa del 10,32% y un índice del 1,36. En  2023 la tasa volvió a decaer al 6,7 % y el índice al 1,13, pero para analizar la realidad de la natalidad en los españoles, tendremos que tener en cuenta la contribución de la inmigración.

El porcentaje de inmigración en España ha aumentado de forma exponencial, por lo que la tasa de natalidad de los españoles es, en realidad, aún más baja que los números que hemos visto antes. Los extranjeros que residen en España son el 14% de la población, sin contar los nacionalizados, que representan casi un 5%. A estas cifras se suman los hijos de inmigrantes no asimilados, y la inmigración ilegal, que aumentado un 96% este año y las ONG cuantifican en 800,000 personas. La edad media de una madre extranjera para tener hijos es de 30 años, y su índice de fecundidad es del 1,35, mientras que la media de una española es de 33 años, y su tasa de fecundidad es de 1,12. 

Los principales motivos por los que los españoles no tienen hijos son, en primer lugar, económicos, por ser «demasiado jóvenes», por la pérdida de libertad, por la baja estabilidad laboral y la dificultad para la conciliación. A esto se suma no encontrar la pareja adecuada, aunque las mujeres de un poder adquisitivo medio-alto cada vez se plantean más la idea de tener hijos en solitario.

En 2022, el número de nacidos vivos en la Unión Europea alcanzó su nivel más bajo desde 1960, y su tasa de fecundidad de ese año fue del 1,46, lo que representa una bajada notable. Los países del sur europeo son a los que más afecta esta problemática, ocupando los primeros puestos España y Portugal.