Hace dos semanas se daba a conocer la dimisión en bloque de los miembros de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) ante el presidente Mahmoud Ridha Abás a raíz de los acuerdos de alto al fuego y posguerra en el conflicto iniciado por Hamás el 7 de octubre del 2023 y que la organización islámica denominó Operación Inundación de Al-Aqsa -con la respuesta israelí y el devenir del tiempo se denominará Guerra de Sucot-.
El primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, miembro del partido principal de la oposición en el Consejo Legislativo Palestino y del cual también es presidente Mahmoud Abás, presentó el día 20 de febrero la renuncia del gobierno al completo al no estar de acuerdo con las exigencias israelíes para alcanzar el armisticio, pero que otros miembros de la Autoridad Nacional Palestina parecían contemplar.
Recientemente se ha dado a conocer que el sustituto de Shtayyeh será el economista Mohammad Mustafa, lo que marcaría una línea más tecnocrática dentro del nuevo ejecutivo. Se cree que esta elección se haría pensando en una línea más diplomática, de cara a que la Autoridad consiga no perder posiciones en Cisjordania y poder postularse como la autoridad que administre lo que quede de la Franja de Gaza una vez Israel consiga sus objetivos estratégicos en la zona.
La ANP nació fruto de los Acuerdos de Oslo de 1995, estableciendo un gobierno provisional y de transición que llevase a la creación de una verdadera administración y estado Palestino en las áreas de Cisjordania y Gaza. Fue en esos años que Fatah, partido liderado por aquel entonces por el conocido Yasser Arafat, encabezaría la Organización por la Liberación de Palestina (OLP) hacia una nueva postura, la solución de dos estados para el conflicto. A cambio de eso, los israelíes retiraron tropas, concedieron gobiernos y prometieron reducir el número de asentamientos en la zona.
Todo quedaría en papel mojado y promesas rotas. Los asentamientos prosiguieron y los propios cambios de gobierno en Israel promovieron este incumplimiento. La Cumbre de Camp David del año 2000 terminó sin acuerdo y sembraría las semillas del descontento en la población palestina para con la ANP. Apenas unos meses después se iniciaría la Segunda Intifada y el linchamiento de Ramala, elementos que, al igual que en la reciente Operación de Inundación de Al-Aqsa, fueron respondidos con desmedida fuerza por parte de las fuerzas israelías y la diplomacia se quedó a un lado, al igual que las posturas de muchos países occidentales. Quizás la diferencia residía en que en aquella época, las buenas relaciones de múltiples Estados con la OLP ejercían un gran contrapeso a los excesos posibles propios de un conflicto.
Sin embargo, la acción poco efectiva por parte de la ANP, la cesión constante a las demandas israelíes y la pérdida de hombres, mujeres y niños, llevarían a muchos palestinos a acercarse al Movimiento de Resistencia Islámica, también conocido como Hamás. Esta organización, según el general israelí Yizhat Segev, había sido creada y financiada por Israel para combatir a Fatah de la misma manera que Estados Unidos había hecho con los talibanes, pero, como en este caso, la organización terminaría por seguir su propio camino. Fatah, que anteriormente gozaba no solo del apoyo interno palestino sino de países árabes circundantes y de multitud de países extranjeros por su visión más laica, ha encontrado la orma en su zapato en la organización islamista apoyada, en sus inicios, por los Hermanos Musulmanes y otros grupos del ala radical suní del islam.
En 2006, esta organización política se presentaría a las elecciones generales palestinas y obtendrían la mayoría absoluta en el Consejo, marcando aquí una de las mayores derrotas de la ANP y ahondaría en la división interna Palestina, así como en el odio mutuo entre judíos y árabes en la zona. Esto trajo consigo la detención de multitud de ayudas directas que la Autoridad Palestina nunca supo como paliar y las continuas y crecientes sospechas de la corrupción del presidente Abás y su camarilla han hecho un flaco favor a la causa palestina. La ANP nunca conseguiría reponerse de este brusco giro en la política interna y, desde entonces, ha intentado encontrar formas de resolverlo. La posterior ‘reconciliación’ con Hamás sería uno de estos esfuerzos por mitigar la caída e influir en la organización islamista, lo que para muchos sería visto como una concesión y un pliegue ante las posturas fundamentalistas islámicas.
La Operación Inundación de Al-Aqsa enseñó al mundo el declive de los antiguos líderes de la OLP. La parcialidad de algunos países debido a intereses, como es el caso de Estados Unidos y Alemania, como la pasividad de otros, han llevado a que muchos palestinos solo vean una salida a su situación de limpieza étnica y religiosa a través de una visión fanatizada e irracional de la realidad mediante el Islam. Ante esto Hamás aparece como la única posibilidad. Ante esto, la Autoridad Nacional Palestina tiene pocas alternativas, ya que Hamás es demasiado fuerte y no consigue desplazarla, asi como no apoyar sus acciones suicidas y fanáticas, ahonda en las críticas recibidas de impasibilidad y estatismo por parte de los palestinos.