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La idiosincrasia del narcotráfico en Cádiz

El caso de los guardias civiles asesinados conmociona a una comunidad que convive con las consecuencias del tráfico de drogas en sus barrios

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Hace ya casi un mes del asesinato de los guardias civiles Miguel Ángel González, perteneciente al Grupo Especial de Actividades Subacuáticas, y David Pérez, del Grupo de Acción Rápida del Instituto Armado, víctimas del ataque de una narcolancha que arrolló la embarcación en la que los dos agentes y otros tres compañeros cumplían servicio en las aguas del puerto de Barbate. 

Desde este terrible acontecimiento ya ha habido varios detenidos y con ello una enorme crispación en una zona donde las familias del narcotráfico imponen su ley ante el silencio de la administración pública, un lugar donde la normalización del consumo y la venta de droga es cada vez más creciente. Y es que en determinadas localidades de la provincia de Cádiz donde las tasas de paro (en concreto la tasa de paro juvenil) son de las más altas de Europa hay muchísimas personas que viven de los beneficios económicos que les proporciona la venta de droga, especialmente el hachís y en los últimos años la cocaína. En muchos barrios humildes el mercado de la droga ha traspasado el umbral de la marginalidad para transformarse en una auténtica idiosincrasia que cada año crece más y ante lo cual las autoridades apenas pueden hacer nada principalmente por la falta de medios otorgados por parte de la administración. 

El caso de los dos agentes asesinados a este paso no será un caso aislado si desde este momento no se toman medidas contundentes, ya que las principales familias del narcotráfico disponen de suficiente capital como para burlar las insuficientes medidas de seguridad que desde los CFSE se aplican para parar la entrada de unas narcolanchas con una potencia muy superior a las de las embarcaciones policiales.

El mercado de la droga como forma de vida

Si uno se adentra en algunos de los barrios de localidades gaditanas como La línea de la Concepción y empieza a preguntar por alguien que le pueda conseguir una dosis es más que probable que en menos de media hora consiga acceder a algún punto de venta de droga. Debemos tener en cuenta que en estas poblaciones la tasa de desempleo se eleva hasta más del 30%, más aún en los menores de 25 años, que ven ante sus ojos una salida fácil en el mercado de la droga. En estas localidades el narcotráfico ha conseguido algo muy similar a lo que ocurrió desde hace décadas en distritos del sur de Italia, como el de Scampia en Nápoles, convertir el mercado de la droga en uno de los principales motores económicos de la zona. 

Fuentes policiales afirman que el dinero que se mueve en los bancos, empresas, pequeños negocios y economía doméstica viene en gran parte del narcotráfico. La cuestión es que la mercancía de estupefacientes no se queda en estas localidades para su venta, si no que de aquí parte todo un sistema de transporte y logística que se extiende desde España al resto de Europa. Los pagos que recibe un chaval por la vigilancia en caso de que venga la policía pueden ser de hasta 1000 euros, por ayudar a descargar las lanchas reciben de media 3000 euros y en el caso de acceder a transportar la droga los pagos se elevan hasta los 30.000 euros. Por otro lado, existe toda una cultura en torno al mundo de la droga, a la idealización del modelo de capo, al culto al dinero obtenido de estas fuentes. Hechos que se ven en la música que los jóvenes locales consumen e interpretan, en las pintadas de las calles e incluso en la propia actitud de estos chavales que aspiran a una vida de lujos sin importar el medio mediante el cuál se consiga. Una vida de lujos que realmente es una quimera y que termina la mayoría de las veces en situaciones de drogodependencia, prisión y marginalidad

La realidad en esta situación es que, aunque se dote de los medios suficientes a los agentes de la policía y la guardia civil nunca se acabará con la llama del narcotráfico si a su vez no se toman medidas para acabar con todo un sistema que lo romantiza y convierte una vida de marginalidad en un modelo deseable que influye sobre todo, a los jóvenes más vulnerables.

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