La Semana Santa constituye uno de nuestros símbolos culturales más destacados del país. Esta festividad hace mucho que pasó de ser simplemente una celebración religiosa a formar parte de nuestro patrimonio y cultura común, que no entiende entre ateos o creyentes y que atrae a ambos por igual, y a miles de turistas, durante las multitudes de procesiones que se celebran durante estas fechas.
Sin embargo, desde hace décadas una parte de la población ve todo acto cultural de nuestro país, especialmente si tiene un origen cultural cristiano, como algo negativo y que debe ser eliminado en nombre del progreso. Se reivindica el rechazo a lo autóctono y lo propio en favor de lo extranjero y ajeno a nuestra sociedad, con la excusa de forzar una inclusividad que sólo perjudica a quien dicen defender en muchos casos. La alternativa pasa por reivindicar religiones arcaicas como la islámica y sus imposiciones, que suponen un retroceso de los derechos de las mujeres y de la libre orientación sexual.
Numerosas han sido las burlas y faltas de respeto que se han producido contra la Semana Santa, algunas de ellas ya tienen varios años, como fue el caso de El paso del «Santísimo Coño Insumiso y el Santo Entierro de los Derechos Sociolaborales». Esta manifestación fue convocada en Sevilla por la CGT, celebrada en abril de 2014, y conocida por portar una vagina gigante a modo de protesta por la ley del aborto de Gallardón. En sus reivindicaciones «decían luchar contra la homofobia y contra los recortes en derechos laborales». Esta manifestación solo fue una de las múltiples que se han hecho durante todos estos años, con la única similitud de atacar a la Semana Santa y a quienes pacíficamente profesan la religión cristiana.
Desgraciadamente, en estos últimos días hemos vuelto a ver imágenes igualmente lamentables contra las procesiones y su significado. La primera de ellas fue hace unos días, cuando una persona que asistió a una procesión de Málaga exclusivamente con la intención de lanzar agua de una garrafa sobre el trono del Cristo de la Crucifixión cuando procesionaba por las calles. El hombre fue llevado a comisaría sin llegar a ser detenido, únicamente fue identificado y está a espera de juicio por su acción. Este caso no ha sido aislado, pues en redes sociales también se han viralizado videos de musulmanes atacando símbolos religiosos cristianos sin ningún tipo de consecuencia para ellos. Junto a estos ataques también debemos destacar a algunas revistas satíricas como Mongolia, que durante estas fechas hacen su tradicional portada atacando a la religión cristiana. Parece que su cofundador, Darío Adanti, tiene claro con que religión puede meterse sin recibir ninguna represalia por ello. En enero de 2017 declaró durante una entrevista que «no pondría a Mahoma en la portada de Mongolia, no quiero morir», en clara referencia al atentado del Charlie Hebdo, perpetrado en 2015 y que dejó hasta 12 personas asesinadas por dos yihadistas tras la publicación de una portada donde salía representado Mahoma. Esto demuestra la doble vara de quien, en nombre de la multiculturalidad, solo busca atacar y destruir lo propio como un supuesto acto revolucionario o simplemente para tener una validación social por parte de los sectores que desprecian nuestra historia, nuestra cultura y nuestro país.