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Palestina, la yihad mueve ficha

La mañana del sábado 7 de octubre nos despertábamos con las impactantes imágenes de los bombardeos y ataques a civiles israelís. Esto nos podría llevar al típico comentario de bar de “ah sí, lo de los israelís y los palestinos”, pero lo cierto es que el contexto del conflicto palestino ha cambiado mucho.

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La mañana del sábado 7 de octubre nos despertábamos con las impactantes imágenes de los bombardeos y ataques a civiles israelís. Los últimos ataques se producen tras la sucesión a lo largo de los meses de varias agresiones por parte de colonos israelíes hacia grupos de palestinos (de las cuales, ciertamente, los medios generalistas no se hacen eco), principalmente en Cisjordania. Esto nos podría llevar a recordar incidentes similares en las últimas décadas, pero lo cierto es que el contexto del conflicto palestino ha cambiado mucho desde aquellas icónicas imágenes en telediarios matutinos en televisores «de culo» de inicios del 2000. Si bien es cierto que la causa del mismo persiste, los actuales ataques no están comandado por el FLP, sino por grupos como Hamás o la Yihad Islámica, de ideología islamista y con oscuras conexiones con Irán y otros países del Golfo. 

Lo que nos ha llevado a este punto en el conflicto ha sido el fracaso de los procesos de mediación fallidos, coronados por los «acuerdos de Oslo», vigentes de iure en la actualidad. En gran parte podríamos achacar estos fracasos a la carencia de legitimidad y prestigio que ha venido sufriendo la «Autoridad Palestina», lo que ha posibilitado que otras ramas extremistas y maximalistas hayan ganado fuerza ante el hartazgo popular por los abusos del sionismo.

Por lo tanto, ante la luz de los hechos, podemos plantear la reciente escalada como un golpe de fuerza de los sectores islamistas (más bien de los países islamistas que los financian) para así hacerse con el control dentro de la resistencia palestina, desplazando a los sectores más laicos y genuinamente nacionales, y al mismo tiempo sirviendo como correa  de transmisión de los intereses de países como Irán, o la causa general de la agenda islamista en la región (en claro ascenso, bastando con recordar la anexión azerí de Nagorno-Karabaj). Partiendo de esta hipótesis, si nos damos una vuelta por los mentideros virtuales, cabría preguntarnos la cuestión: Todos estamos de acuerdo de que los palestinos sufren el terrible azote del sionismo, pero ¿estarían mejor los palestinos en un estado islamista títere de Irán y los países del Golfo? ¿Que pretendemos, el derecho a existir de Palestina como Estado-nación independiente, o solo qué Israel desaparezca del mapa a cualquier coste? 

Pero a modo de conclusión, me gustaría que más allá de las impactantes imágenes que estamos viendo, que ampliemos el foco de análisis. Y es que la dinámica en Palestina no es independiente a la que sucede en Armenia, en Ucrania, o en Suecia. Vemos una agudización de las conflictos entre bloques imperialistas, pero no solo esto, sino que lo que antaño eran movimientos de emancipación nacional, hoy son cooptados por la pugna entre dos bloques imperialistas, el A y el B, y que la vía que rechaza ambos y apuesta por la soberanía nacional y popular, cada vez es más estrecha.

Sin ánimo de excesiva extensión, pero evitando el simplismo, se me podrá responder que en el pasado esa tensión ya existía, tal como se vio por ejemplo en los casos de las luchas de emancipación de Cuba o Argelia (esta incluso con una guerra civil de por medio), ambas hoy colonias ruso-chinas. Pero en estos países, a pesar de que el movimiento a nivel internacional ya empezaba a retroceder, existía aún una parte genuinamente popular en los mismos. En la actualidad vemos como por ejemplo en Ucrania, donde con anterioridad a la guerra existía un grave problema de carencia de soberanía y una pauperización del país absoluta, hoy en día la disputa solo se discute entre un futuro sirviendo al bloque A o al bloque B. La soberanía de Ucrania (así como la de Palestina), directamente ni se contempla como una posibilidad.

Y paralelo a este proceso se suma la deriva del sector político que generalmente había comandado esta serie de movimientos de liberación nacional: la izquierda. En Europa la izquierda ha pasado del patriotismo y el obrerismo, a ser woke y a organizar movilizaciones celebrando el asesinato masivo de civiles israelís a manos de islamistas, con anterioridad a la propia respuesta del Estado de Israel. En estas multitudinarias marchas se han visto banderas de Al-Qaeda o el ISIS, junto a las LGBT portadas por los organizadores, una mezcolanza de tal calidad como la del agua y el aceite. Además hemos visto a algunos voceros «progres» compartir imágenes de estas masivas movilizaciones, hablando como si de repente los ciudadanos europeos se levantasen contra el Sionismo internacional -siendo realmente lo que se ha dado es un fuerte repunte del antisemitismo-, cuando habría que investigar cuantos europeos había en esas movilizaciones, y si esas mismas masas estarían dispuestas a salir a la calle y a luchar por otras cuestiones como la situación de los trabajadores o la soberanía de sus países.

Lo anteriormente expuesto nos lleva a una cuestión que hace tiempo que está en el tintero, la cuestión del «choque civilizatorio» de Huntington (acuñada en su obra de 1996), que surge como complemento a la estéril obra de Fukuyama. Siempre fui muy crítico con el mismo, pero debo reconocer que existe un trasfondo que nos lleva a ver una creciente pugna entre bloques geopolíticos (en el cual es islámico es uno, a pesar de su heterogeneidad) que está desplazando la cuestión popular y de clase hasta su casi desaparición. 

Pero no todo iba a estar perdido. Justo al otro lado del Atlántico, un hombre de ascendencia palestina dejó muy claro la naturaleza de Hamás y su desvinculación con el pueblo palestino. Nayib Bukele, a lo largo de su mandato, está demostrando que con determinación se pueden solucionar problemas que parecían imposibles, así como que caminar el camino de la soberanía no tiene por qué ir acompañado de ponerse chándal y decir locuras, apoyar a la gerontocracia sandinista ni ser una colonia de Rusa y China.

Tras estas reflexiones creo que podemos concordar en que lo mejor para Palestina no es ni el islamismo ni el sionismo, aunque estas dos sean las dos únicas alternativas que parecen abrirse. Tiempos oscuros se ciernen sobre las naciones subyugadas del mundo, ¿podremos recuperar la perspectiva revolucionaria y popular de las mismas, sin los errores y vacilaciones del pasado?. Sólo de nosotros depende.

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