Cada Primero de Mayo, UGT y CCOO llenan las calles con banderas y consignas en un intento desesperado de recuperar el apoyo perdido de la clase trabajadora. Sin embargo, durante el resto del año, su actividad real brilla por su ausencia. Su apoyo incondicional a un Gobierno incapaz de reducir el paro y la precariedad demuestra claramente de qué lado están. Mientras los trabajadores ven cómo empeoran sus condiciones, estos sindicatos pactan la «paz social», renunciando a su supuesto deber de defensa obrera. No sorprende, por tanto, su escasa afiliación y el desprecio que les ha valido el sobrenombre de «comegambas».
Lejos de promover la unidad de los trabajadores, UGT y CCOO han abandonado la auténtica lucha de clases. En lugar de centrarse en salarios, jornadas de trabajo, conciliación de la vida familiar y otros derechos laborales, fragmentan la lucha obrera en causas identitarias promovidas desde las élites: antirracismo, feminismo radical y las proclamas del lobby LGTBI+. Además, fomentan la inmigración masiva de países del tercer mundo, abaratando la mano de obra y degradando aún más los salarios y condiciones laborales de los trabajadores españoles.
Mientras tanto, los despidos siguen siendo baratos, miles de horas extra no se pagan, los convenios apenas logran mejoras sustanciales y la última huelga general fue hace ya más de diez años. Las grandes empresas aumentan sus beneficios mientras el Gobierno, con la complicidad de estos sindicatos, mantiene intactas las leyes que favorecen a la patronal.
En este contexto también emergen sindicatos como Solidaridad, impulsado por Vox, que si bien critican al Gobierno y a organizaciones como UGT y CCOO, no representan una alternativa real. Lejos de enfrentarse a la patronal, su propuesta económica favorece a las grandes empresas, atacando los derechos laborales que dicen defender.
Frente a este panorama de sumisión y traición, el Frente de Obreros en Lucha (FOL), impulsado por el Frente Obrero, plantea una verdadera alternativa. Una organización que no se arrodilla ante el poder, que no fragmenta al trabajador, y que entiende que solo organizados como clase, unidos y combativos, los trabajadores podrán vencer a las élites que los oprimen y construir un país donde la economía y los recursos estén verdaderamente al servicio de la mayoría trabajadora.