El pasado 12 de noviembre se produjo un colapso de una mina en el estado de Uttarakhand, India, en la zona del Himalaya, dejando a 41 trabajadores atrapados, lo que llevó a una movilización por parte del Gobierno Indio de equipos de rescate y el ejército. Tras dos semanas de esfuerzos con la utilización de máquinas pesadas, se llamó a un equipo de 24 mineros expertos en una técnica tradicional de minado, que consiguieron el martes 28 salvar a los trabajadores atrapados tras 16 días de infierno.
Esta actuación heroica de salvamento ha tenido un gran eco a nivel internacional, pero este suceso no es una sorpresa en la India y solo muestra una cruda realidad que es cotidiana en el país a causa de las condiciones de trabajo en las que se desempeña la minería.
Según datos del propio Ministerio de Trabajo indio, el año 2021 se saldó con 234 accidentes graves en minas, que le costaron la vida a más de 100 trabajadores. Además, debemos tener en cuenta que las cifras oficiales se ven sesgadas por la gran cantidad de trabajo no declarado que se realiza en el país. La terrible realidad que se vive en las minas se refleja también en la tasa de mortalidad de sus trabajadores, que se sitúa en los 21,5 muertos por 100.000 trabajadores, una cifra desmesurada comparada con los 7.2 muertos por 100.000 de la Unión Europea en el 2021.
Es innegable que el fuerte crecimiento económico de la India se sustenta sobre sus trabajadores, y así lo refleja un estudio de la OIT sobre las muertes relacionadas con el trabajo, pasando de 345.418 muertos en el 2000 hasta los 416 910 muertos en el 2016 tras el boom económico del país.
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