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Viktor Orbán reivindica los intereses del pueblo húngaro frente a la UE

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El pasado martes 17 de octubre, durante el Foro Internacional organizado por Xi Jinping en Pekín, una de las anécdotas destacadas fue la reunión entre Viktor Orbán y Vladimir Putin. El primer ministro húngaro fue el segundo dirigente europeo en reunirse con el presidente ruso desde el inicio de la guerra de Ucrania, lo que para muchos ha sido un desafío contra los demás dirigentes europeos. «Hungría nunca ha querido enfrentarse a Rusia» afirmaba Viktor Orbán, quien durante el pasado año se mantuvo muy escéptico con la posición de la UE y la OTAN respecto a Ucrania. No es ningún secreto la poca simpatía que el régimen de Kiev siente hacia Viktor Orbán, quien desde el estallido de la guerra se mostró contrario al envío de armas a Ucrania. De hecho, desde el principio del conflicto apostó siempre por una posición pacificadora: «toda Europa debería estar trabajando por la paz», afirmaba el pasado 23 de febrero.

Las tensiones con Ucrania se elevaron el pasado mes de septiembre, ya que Orbán consideraba sentirse engañado por la UE en la cuestión de las importaciones de grano ucraniano. Mientras que Bruselas afirmaba que los productos agrícolas ucranianos se exportarían a países africanos, la realidad es que muchos de estos productos (entre los que destaca los cereales) están entrando en Europa, lo que afecta a agricultores de varios países europeos entre los que destacan Hungría, Polonia y Eslovaquia. Estos tres países ya han ordenado una prohibición de las importaciones de hasta veintitrés productos agrícolas ucranianos que estaban ejerciendo una competencia desleal contra los productos nacionales. En Hungría se mira con gran preocupación la entrada de Ucrania tanto en la OTAN como en la UE, pues esto significaría, además de una declarada enemistad contra Rusia, un auténtico desastre económico para el campo húngaro. El primer ministro ya se declaró contrario a la entrada de Ucrania en la UE.

Desde el inicio de su segundo mandato, allá por 2010, Viktor Orbán ha sido uno de los líderes europeos más euroescépticos. Por un lado, siempre se mantuvo como un defensor de la UE como concepto, pero a la vez muy crítico con el rumbo que Bruselas lleva tomando desde la creación del euro. Una cuestión en la que el primer ministro húngaro se reiteró en su discurso del 22 de julio de 2023 como invitado de honor en la Universidad de verano de Bálványos, Rumanía. En este discurso, además, cargó contra las sanciones al gas ruso, la influencia que Estados Unidos y la angloesfera mantienen sobre los países europeos, el servilismo de Bruselas con Washington y la falta de perspectiva en un mundo cada vez más multipolar. Orbán reivindicó también la defensa del pueblo húngaro, sus valores, su espiritualidad y su cultura; cuestión extrapolable a otros países de la Unión Europea frente al cosmopolitismo que propone Bruselas respecto a cuestiones como la inmigración o la limitación de la soberanía de los estados miembros.

Sobre la cuestión migratoria, el primer ministro húngaro lo tiene claro: Hungría no está abierta a la acogida masiva de inmigrantes. «Hungría es un Estado con cero migrantes. Somos el único lugar libre de migrantes de Europa y eso se debe a nuestra línea de defensa», afirmaba Orbán en la cumbre migratoria del mes de julio en Viena. Más recientes fueron sus declaraciones de hace unas semanas, después de rechazar el acuerdo europeo de migración en la cumbre de Granada: «No hay acuerdo sobre inmigración porque antes decidimos que la inmigración se regularía sobre la base de un acuerdo unilateral, lo que se cambió en la última reunión». Estas fueron las palabras de Viktor Orbán, quien afirmó además que la Unión Europea había «violado» y «forzado» a Polonia y Hungría a aceptar este acuerdo.

La cuestión migratoria y la postura antibélica en la guerra de Ucrania son sólo dos puntos de fricción para algunos miembros de la UE, que ven en la Unión una disolución de su soberanía y la imposibilidad de decidir, coacción económica mediante, sobre el devenir de sus países. Los temores de Hungría ante la entrada de Ucrania en la Unión revelan no sólo un temor al recrudecimiento de la situación internacional bélica, sino que recuerdan a temores de las pasadas décadas con respecto al papel que cada miembro juega en la economía europea.

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