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El Yihadismo en Inglaterra una amenaza que crece en las grietas de la sociedad británica

La exclusión social, la radicalización y los fallos estructurales como motores de una violencia persistente.

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El yihadismo en Inglaterra no es un fenómeno aislado ni un problema de mera exclusión social. Es el resultado directo de décadas de políticas neoliberales, globalistas y de traición a los valores patrios. Mientras las élites permiten que el enemigo se infiltre en el corazón de la nación, la amenaza yihadista no solo crece, sino que se consolida como un ataque frontal contra la soberanía y la identidad de Inglaterra.

Bajo la excusa del multiculturalismo, Inglaterra ha permitido la creación de guetos donde las tradiciones británicas han sido reemplazadas por valores ajenos que desprecian a la nación que los acoge. Los políticos, lejos de proteger al pueblo, han fomentado una inmigración masiva sin control, importando conflictos extranjeros y generando fracturas sociales irreparables. Mientras comunidades musulmanas son aisladas en periferias urbanas sin un verdadero esfuerzo por la integración, los jóvenes británicos quedan atrapados en un sistema que los abandona y despoja de cualquier identidad patriótica.

Los atentados del 7 de julio de 2005 y el ataque en el Puente de Londres en 2019 han evidenciado la existencia de redes de radicalización profundamente arraigadas. Estas operan abiertamente en mezquitas, asociaciones comunitarias e internet, mientras el gobierno adopta medidas tímidas condicionadas por un discurso políticamente correcto. Según datos oficiales del Ministerio de Interior británico, más de 23 mil personas han sido identificadas como potenciales extremistas en territorio nacional, una cifra que subraya la magnitud del problema.

Los medios de comunicación han contribuido a la desmoralización del pueblo británico. Mientras estigmatizan a comunidades musulmanas para justificar intervenciones militares en Oriente Medio, promueven n multiculturalismo irreal que exige a los británicos renunciar a sus tradiciones. Este doble discurso no solo polariza a la sociedad, sino que alimenta la narrativa del yihadismo, perpetuando un ciclo de odio y radicalización.

La solución al yihadismo no pasa por reformas cosméticas ni discursos vacíos sobre tolerancia. Inglaterra necesita una respuesta patriótica que devuelva el control al pueblo y erradique de raíz esta amenaza. Es imperativo cerrar las fronteras a la inmigración masiva para detener la entrada descontrolada de personas sin una evaluación real de sus antecedentes. La expulsión inmediata de elementos radicales y el cierre de mezquitas o asociaciones que promuevan el extremismo son medidas esenciales para proteger la integridad nacional. Reafirmar los valores británicos, a través de un sistema educativo centrado en la historia y las tradiciones de Inglaterra, es fundamental para restaurar el orgullo nacional.

Se necesita una economía justa que elimine las condiciones de marginación y exclusión social que alimenta la radicalización, garantizando empleo y dignidad para todos los ciudadanos.

La única vía para combatir esta amenaza es un estrategia clara y contundente que coloque los intereses del pueblo británico por encima de las agendas globalistas. Inglaterra no debe ceder ni un centímetro más en la defensa de su soberanía, su cultura y su seguridad.

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