La palabra “islam” significa sumisión. Y esa sumisión se expresa, de forma literal, en el uso del velo por parte de mujeres y niñas. Desde el hiyab, que cubre el cabello y el cuello, hasta el burka, que oculta incluso el rostro tras una rejilla, estas prendas no son expresiones neutras de fe: son marcas visibles de obediencia exigida solo a las mujeres.
La propuesta de Junts per Catalunya de prohibir el burka en espacios públicos y el velo en las aulas ha reabierto un debate que en otros países ya está resuelto. Francia, Bélgica, Dinamarca o Austria llevan años legislando contra estas prendas por razones de seguridad, cohesión social y defensa de la dignidad femenina. En España, sin embargo, no existe una ley estatal al respecto. Solo algunas ordenanzas municipales, como las de Lleida o Reus, han intentado limitar su uso, siendo incluso anuladas por los tribunales.
Mientras tanto, un presunto sindicato estudiantil convocaba en febrero manifestaciones en defensa del velo en institutos de Parla, alegando que su uso es un derecho. Y en paralelo, formaciones que se declaran feministas, como Podemos, Sumar o Bildu aplauden sin reparos el velo como si fuera una herramienta de empoderamiento, ignorando no obliga a los hombres a cubrirse del mismo modo.
Frente a esta deriva islamófila, surgen voces como la de la profesora Elena Ramallo, quien junto a Sonia Sierra ha presentado una propuesta legislativa en el Congreso para prohibir el burka y el niqab en espacios públicos, así como el hiyab en las aulas. Ambas argumentan que estas prendas son símbolos de sumisión de la mujer y restricción de su libertad.
El uso del velo, lejos de ser un gesto voluntario, es una imposición interiorizada en muchas familias musulmanas. Mientras otros países de nuestro entorno, algunos con comunidades islámicas más numerosas que la española, han legislado para prohibirlo en el espacio público, aquí el debate apenas empieza. Ojalá no lleguemos demasiado tarde y aún estemos a tiempo de proteger a mujeres y niñas de una opresión disfrazada de multiculturalidad.