El actual gobierno presidido por Pedro Sánchez es el más grande desde la Transición, formado por 23 ministerios. Como ya ocurrió en la anterior legislatura, al ser un gobierno de coalición, el PSOE se ha visto obligado a compartir ministerios con Podemos en su momento y, en la actualidad, con Sumar. Aunque, en honor a la verdad, no es tanto compartir ministerios como crear más para contentar a sus socios de coalición.
Este gobierno también saca pecho por ser muy feminista, tener más ministras que ningún otro y ser paritario. Pero, siguiendo la misma tónica, no dividen los ministerios existentes entre ambos géneros buscando una auténtica igualdad, sino que crean más.
La evolución de los ministros en nuestro país no parece ser solo cuantitativa, sino también cualitativa, en este caso para mal. Con perfiles de ministros cada vez más políticos y menos técnicos. Lógicamente, en política la ideología y la afinidad al partido es lógica, pero deberíamos poder tener ministros que se hayan dedicado a algo más que la política en su vida, y que al menos cuenten con bagaje académico y profesional (bien sea en empleo público, privado o como autónomos), por la responsabilidad que ostentan.
Analizando el actual gobierno, y según indica la página de La Moncloa, vemos su bagaje profesional. María Jesús Montero, vicepresidenta primera y ministra de Hacienda, nunca ha trabajado en nada que no fueran organismos políticos, como viceconsejerías y similares. La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Sara Aagesen, de formación ingeniera química, ha desarrollado toda su carrera en distintos organismos oficiales relacionados con la ONU, sin experiencia relevante en materia ecológica o demográfica.
En el caso de los ministros con estudios en Derecho, como Yolanda Díaz (vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo), Luis Planas (ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación) e Isabel Rodríguez (ministra de Vivienda y Agenda Urbana), todos han desarrollado prácticamente toda su trayectoria profesional en cargos políticos, sin experiencia relevante fuera de la política ni en los ámbitos directamente relacionados con sus actuales carteras. Aunque alguno ejerció brevemente la abogacía, su experiencia está fundamentalmente vinculada a responsabilidades institucionales o partidistas.
Pilar Alegría, ministra de Educación, Formación Profesional y Deportes y portavoz del Gobierno, estudió Magisterio. Solo ha tenido cargos políticos desde que comenzó como diputada, sin experiencia profesional fuera de la política. Ángel Víctor Torres, ministro de Política Territorial y Memoria Democrática, es licenciado en Filología Hispánica y solo ha ejercido cargos políticos como diputado o alcalde, sin relación con su actual cartera. Diana Morant, ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, ingeniera de Telecomunicaciones, no ha tenido ningún trabajo fuera de la política, comenzando como concejala, y sin experiencia en el ámbito científico, innovador o universitario.
Elma Saiz, ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, fuera de cargos políticos solo ha ejercido como asesora en un máster de la Universidad de Navarra, sin experiencia profesional relevante para su cargo. Sira Rego, ministra de Juventud e Infancia, diplomada en Nutrición Humana y Dietética, no ha trabajado nunca fuera de la política, donde comenzó como concejala y continuó como eurodiputada.
Con contadas excepciones, la mayoría de los ministros no cuentan con experiencia más allá de la política. Tampoco es tradición en nuestro país que los ministros sean profesionales autónomos; no parece que ni en este gobierno ni en anteriores tengan presencia profesionales independientes o dueños de negocios o empresas.
Resulta interesante analizar, una vez que acaban su mandato como ministros, dónde continúan profesionalmente, lo que da medida de su capacidad y si fuera de la política tendrían futuro. Evidentemente, esto plantea dudas sobre las “puertas giratorias” y si su mandato fue aprovechado para medrar o colocarse en una posición beneficiosa posteriormente. Sería otro debate. Pero, en todo caso, hay que plantearse si lo correcto es que se incrementen los ministros que solo ostentan pasado político y poco bagaje profesional.
Conviene señalar que, en comparación con los perfiles de los ministros actuales, durante el franquismo y en los primeros gobiernos de la Transición era habitual encontrar en los consejos de ministros figuras con trayectorias profesionales sólidas fuera del ámbito estrictamente político, como altos funcionarios, catedráticos, ingenieros, técnicos de reconocido prestigio y gestores empresariales. Aunque la lealtad al régimen o al partido siempre jugó un papel clave, predominaba un perfil técnico o académico, especialmente en carteras económicas, industriales y científicas.
Por el contrario, en las últimas décadas se ha consolidado la tendencia a nombrar ministros cuya experiencia se limita casi exclusivamente a la política o a cargos internos dentro de las propias formaciones, con frecuencia ajena a la especialización que exigiría cada ministerio. Esta evolución supone una pérdida de diversidad y de bagaje profesional en el seno del Gobierno, en comparación con etapas anteriores de nuestra historia reciente.