Este 2024 lo podríamos catalogar como el año de las jornadas electorales, con más de 10 elecciones nacionales a sus espaldas solo en el continente europeo, debiendo sumar a esta lista las europeas del 9 de junio. Éstas últimas son las más significativas ya que su resultado, como norma general, es paralelo a la tendencia política que existe en los países del viejo continente.
Desde la constitución del Parlamento Europeo en 1979 han sido dos los grandes bloques clásicos que se han mantenido como preponderantes hasta el día de hoy. El grupo Popular Europeo, que representa a la democracia cristiana junto a los partidos, y el grupo socialdemócrata. Ambos grupos podemos considerarlos como «partidos institucionales», aquellos partidos que han dirigido y dirigen la UE, e incluso en la gran mayoría de los casos los gobiernos nacionales desde hace más de 5 décadas.
Podemos ver en los datos que la tendencia política europea está ligeramente escorada a la democracia cristiana y conservadora, salvo una pequeña variación en 1989 que desde su inicio ha mantenido en torno al 37% de los votos, frente al 30% de los socialdemócratas, hasta el periodo del 2014.
Durante esta etapa también encontramos una tendencia política estanca como norma general de los votantes respecto a los partidos verdes, ecologistas y regionalistas, con entorno a un 4 % de los votos, excepto en el año 1989 cuando aglutinaron más de un 8%. Los partidos liberales mantendrán un aproximado 10% y los partidos nacionalistas y euroescépticos un escaso 3%. Los partidos soberanistas de influencia del general de Gaulle mantendrán inicialmente un alto 15% y 11% de los votos, bajando a partir del 89 en torno al 5% hasta desaparecer. No volveremos a ver este tipo de grupos soberanistas hasta la pérdida del apoyo popular en los partidos institucionales, tras la crisis del 2008.
Hasta 1999, fecha en la que se impuso un sistema proporcional común a todos los países en las elecciones europeas. Se mantuvo este status quo incluso con la entrada de 6 nuevos miembros a la Comunidad Europea. La coalición de partidos eurocomunistas o con posturas afines al bloque de la URSS, tras la caída primero del muro en 1989 y después del bloque revisionista en 1991, vio sus votos reducidos de más de un 10% al 5-6% que mantiene hoy en día.
En las elecciones de 1999 comenzamos a ver la tendencia levemente decreciente hasta la actualidad del apoyo a los partidos socialdemócratas, que pasaron del 30% hasta el 20% actual. A cambio se inicia un aumento leve, pero continuado, de los partidos verdes a causa del aumento de la preocupación por el medioambiente de las rentas medias y de los estudiantes. Mejoran desde el 4% al 10% en 2019, momento en el que tocarán techo al perderse la confianza en ellos. Comenzará a asociarse la pérdida de empleo y calidad de vida europea a medidas como el Pacto Verde, siendo desplazado notablemente el foco del problema medioambiental a otros más directos, como la calidad de vida o la seguridad.
Situación similar sucede a partir del 2009 a causa de la crisis inmobiliaria y con ella la pérdida de la calidad de vida de las rentas medias y bajas. Como resultado de las medidas ineficientes de los partidos institucionales, el grupo Popular Europeo y del grupo socialdemócrata, por primera vez se verá una pérdida continuada de apoyo popular, bajando del 65% previo al 2000, al 55% en el 2014 y un 45% en la actualidad.
Este apoyo popular lo recibirán por primera vez los partidos más conservadores y críticos con la UE, que pasaron de un 4% previo al 2009, a un 7,5% de los votos. Este es el caso del grupo Conservadores y Reformistas Europeos que, con la agravación de los problemas de la inflación, la pérdida de calidad de vida, la inseguridad y la falta de soberanía en los países, llegará al 11% en la actualidad.
A partir del 2014 crecen los partidos más críticos con la UE, nacionalistas, identitarios y de carácter más euroescépticos, dejando aparte el fenómeno inglés del BREXIT. El crecimiento del apoyo popular a estos partidos se centra fundamentalmente en su oposición a la inmigración fomentada por los partidos institucionales, que han dado como resultado graves problemas de inseguridad y guetificación en los países europeos. Estos grupos pasaron de representar históricamente un marginal 3% a un notable 8% en 2014, en manos del FN de Le Pen, la Liga Norte de Salvini, el FPÖ austriaco o el PVV del neerlandés Geert Wilders.
Este último grupo, más exacerbado en su crítica, continuó creciendo hasta alcanzar un apoyo popular de casi el 14% actualmente, en torno al actual grupo Patriotas por Europa y partidos actualmente no inscritos como Alternativa por Alemania. Es destacable además una clara pérdida de interés por parte de la ciudadanía hacia las elecciones europeas, que ha pasado de una participación del 63% en 1979, a menos de un 50% en 1999 y un 42% en 2014. La tendencia es similar en las dos últimas elecciones más recientes llegando al escaso 50%, posiblemente como resultado del apoyo popular a estos partidos más críticos.
En Francia comienza el auge de los partidos soberanistas y críticos con la inmigración de la mano del partido de Le Pen, que aumentó en un 10% los votos en 2012. La pérdida del apoyo en el partido conservador democristiano clásico, UMP, fue del 40% al 27%. En el 2017, tras el hundimiento del Partido Socialdemócrata francés con apenas el 10% de los votos, surge como partido disruptor la agrupación de Macron con mayoría absoluta. Sin embargo, acabará desgastándose por su ineptitud frente a los problemas de seguridad y guetificación fruto del modelo migratorio, agravándose con el tiempo.
En 2019 el partido de Le Pen ya superó a Los Republicanos, conservadores globalistas clásicos, y en las elecciones de este año 2024 fue el partido más votado, con más de 10 millones de votos, frente a los aproximados 7 millones del Frente Popular y de la agrupación de Macron, y escasos 2 millones de Los Republicanos. El único freno a su representación parlamentaria es el sistema electoral impuesto por Charles de Gaulle en 1958 para frenar a los partidos más radicales. Al principio pensado para el Partido Comunista Francés, hoy sirve contra la Agrupación Nacional de Le Pen.
En Portugal se puede ver la misma tendencia, el desgaste de los partidos socialdemócratas y los conservadores democristianos y el auge del apoyo a los partidos soberanistas y críticos con la inmigración. En el caso portugués es el partido Chega!, que ha pasado de no tener representación parlamentaria con apenas un 1% de los votos, a un 7% en 2022 y un 18% en las elecciones de este año, no muy lejos del 28% de los democristianos y de los socialdemócratas.
En Bélgica el problema de la seguridad y la inmigración está en la mente de toda la población con guetos como Molenbeek. Desde 2019 los dos partidos más votados fueron la Alianza Neo-Flamenca e Interés Flamenco, con un 16% y 12% respectivamente, ambos partidos nacionalistas, euroescépticos y críticos con la inmigración. En las elecciones de este año, Alianza Neo-Flamenca mantiene su posición y apoyo, e Interés Flamenco crece a casi el 14%.
Este año también se han celebrado elecciones en Bulgaria con la misma tendencia de auge en los partidos nacionalista y euroescépticos. En este caso es a manos del partido Renacimiento, que ha pasado de un escaso 1% en 2017 y 2% a comienzos de 2021, a un 10% de los votos en 2022, debido al descontento con los partidos clásicos búlgaros, y un actual casi 14% de los votos en las elecciones de 2024.
Aún quedan por celebrarse comicios nacionales en países de gran peso en Europa este año. El apoyo popular está siguiendo el mismo rumbo como respuesta a la falta de resultados de los partidos institucionales, tanto socialdemócratas como conservadores democristianos, frente a los problemas de inseguridad y pérdida de la calidad de vida.
Entre ellos se encuentra la República Checa el partido ANO 2011 fue el más votado desde 2017 y según las previsiones electorales mantendrá esta posición. Se ha unido al grupo europeo de los Patriotas por Europa donde el partido SPD, abiertamente nacionalista, euroescéptico y muy crítico con la inmigración, fundamentalmente la islámica, ha pasado de un escaso 5% de los votos en 2016, a un 10% en 2017 y 2021. Sin embargo se estima que bajará al 8% como resultado de la decisión de ANO 2011.
En Austria otro partido de las mismas características y miembro de los Patriotas por Europa, el FPÖ, se convertirá en la primera fuerza política en el país en los comicios de este año, junto al hundimiento paulatino de los socialdemócratas y populares. La misma tendencia en Rumanía, donde el partido nacionalista Alianza por la Unión de los Rumanos, apodado como la sorpresa rumana, apareció en las elecciones del 2020 para ganar un 9% del apoyo popular y apunta a convertirse en la tercera fuerza, con un aproximado 15%.
Todo apunta a que está tendencia de pérdida de confianza en los partidos institucionales clásicos seguirá agravándose, con el respectivo aumento de los partidos con posiciones más soberanistas, nacionalistas y críticos con la inmigración. Esto es consecuencia de que los problemas que impulsan el apoyo popular no están siendo tratados de forma efectiva, perdurando la pérdida de la calidad de vida fruto de la inflación, la desindustrialización y la inseguridad provocada por el modelo migratorio actual. A su vez, continuará el estancamiento de los partidos verdes, liberales y más a la izquierda de la socialdemocracia, en su incapacidad para presentar soluciones a los problemas principales de la ciudadanía europea e incluso negándolos, en ciertos casos.