En los últimos años, toda la sociedad ha experimentado las consecuencias de las imposiciones del posmodernismo ideológico o del pensamiento woke. Y de estas consecuencias, nadie queda exento, y mucho menos la ciencia. Hace poco, en este mismo medio, pudimos leer el fantástico artículo de Ignasi J. S. Poquet titulado La nueva religión (woke) en la universidad, donde se explora cómo esta nueva religión se está imponiendo entre las mentes «científicas» del personal universitario. Por lo tanto, no sorprenderá a nadie que una vez arraigadas estas ideas en las cabezas de los miembros de diversos comités científicos encargados de decidir cómo evaluar la ciencia, estos apliquen medidas con un marcado carácter posmoderno.
Uno de los frutos derivados del pensamiento woke se materializará el próximo 9 de febrero durante la reunión entre la Conferencia de Rectores y Rectoras de las Universidades Españolas (CRUE), el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades, la Agencia Nacional de Calidad de la Evaluación de la Acreditación (ANECA) y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) para establecer el denominado «National Chapter Spain». Este capítulo es una comisión de trabajo de la Coalición para el Avance de la Evaluación de la Investigación (CoARA en inglés).
Este «capítulo» se encargará de implementar la línea aprobada en el Acuerdo de CoARA, que propone realizar una serie de cambios en los métodos de evaluación científica antes de 2027. Estos métodos son los que determinan la calidad de una investigación científica. Este proceso es esencial para evaluar a los científicos que llevaron a cabo dicha investigación y, en última instancia, para conceder o no contratos, plazas de funcionario, financiación y diversos beneficios.
Dichos métodos son necesarios para desarrollar una producción científica de calidad. Sin embargo, el problema radica en que, entre otras cosas, el Acuerdo de CoARA solicita «asegurar la igualdad de género, oportunidades equitativas e inclusividad. Considerar el equilibrio de género, la dimensión de género y tener en cuenta la diversidad en un sentido más amplio (por ejemplo, origen racial o étnico, orientación sexual, socioeconómico, discapacidad) en los equipos de investigación en todos los niveles y en el contenido de la investigación e innovación».
En resumen, esto podría significar que la misma investigación realizada por un equipo de científicos varones españoles tendría menos valor que el mismo trabajo llevado a cabo por el mismo equipo de científicos, digamos, autodeterminados mujeres. Este tipo de prácticas que comienzan a imponerse en España llevan vigentes durante algún tiempo en otros países, especialmente en los anglosajones, de donde proviene esta tendencia woke. Un ejemplo notable es el caso de revistas científicas donde estas prácticas están ya establecidas. Algunos ejemplos incluyen el comité de diversidad de la revista Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas, que indica, entre otras cosas, que «esperamos que las mujeres (o aquellas que se identifiquen como mujeres) estén bien representadas» y se compromete «a una política de no solo-hombres». Otras revistas, como las de la editorial de la Sociedad Americana de Química (ACS en inglés), incluso requieren completar formularios en los que se debe indicar la raza o razas autopercibidas.
Incluso se solicita en ofertas de trabajo científicas, como es el caso de la Universidad Davis de California: «como parte del proceso de solicitud, los aspirantes a puestos docentes en UC Davis deben presentar una declaración sobre sus contribuciones pasadas, presentes y futuras para promover la equidad, la inclusión y la diversidad en sus carreras profesionales». De esta forma a un químico, por ejemplo, se le premia el haber pasado las tardes en el local de la «asoci no binarie» haciendo no se sabe muy bien qué con sus «compas» para poder optar a trabajar como docente de dicha universidad.
Ejemplos como estos son comunes en el ámbito académico y científico. En España, hemos vivido en cierto modo aislados de estas prácticas, ya que vamos a la zaga de lo que ocurre en Estados Unidos. Sin embargo, eventos como la futura reunión de actualización de evaluaciones académicas mencionada anteriormente hacen que ya veamos los riesgos y permitan que este tipo de prácticas se impongan. ¿Terminaremos teniendo que justificar nuestra orientación sexual al acceder a ciertos estudios universitarios, como ya ocurre en otros países? ¿Los científicos se autodeterminarán como mujeres para poder financiar sus experimentos? Estos y otros problemas son los que surgen de la mano de esta moda woke.
Es tremendo que todas estas barbaridades estén llegando a la ciencia. Luego tenemos que escucha que el gobierno español premiará a los profesores que impartan «matemáticas psicoafectivas». Nos quieren imbéciles. Buen artículo.