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El feminismo pincha en un 8M cada vez más difuminado

Un movimiento cada vez más dividido entre feministas radicales y feministas queer afronta el mayor receso de los últimos años en cuanto a asistencia a las manifestaciones

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La pérdida de credibilidad en el feminismo ya es una realidad. Solo 27.000 personas acudieron a la manifestación en Madrid, protesta que marchó partida entre la convocada por la Comisión 8M y la convocada por el movimiento oficial, muy lejos de las cifras de hasta trescientos mil asistentes que llegaron a reunir entre 2018 y 2019. 

El punto de divergencia entre ambas facciones se centraba en la Ley trans y la ley «solo sí es sí». La «huelga» ha recibido un fuerte apoyo institucional y no solo por parte del Gobierno, sino también a nivel internacional. Las grandes empresas como Google, Coca Cola, Amazon o entidades como el banco Santander o Caja Rural han mostrado su apoyo en el «Día internacional de la mujer» –por supuesto y como viene pasando últimamente eliminando el accesorio «trabajadora» del rótulo oficial, asunto no menos baladí que ha permitido la inclusión de mujeres ejecutivas y altos cargos en las protestas.

Las consignas principales que se vieron durante las manifestaciones hacían referencia a la violencia sexual, las diferencias salariales y el patriarcado. Y todo ello paradójicamente coincidiendo con la aprobación de la ley de amnistía que va a suponer la impunidad de los políticos separatistas imputados por el «1-O» por delitos de corrupción entre otros. Parece necesario ahora más que nunca acelerar la máquina propagandística. Este movimiento feminista cada vez más debilitado de apoyo social y más fortalecido de capital tiene la misión de servir como cortina de humo y forma de seguir polarizando a la clase trabajadora, a pesar de que ya ni siquiera exista consenso entre las mismas feministas. Y es que La ley trans con su concepción subjetivista de mujer desvinculada de la realidad biológica no parece convencer al colectivo «radfem», que, como ya pasó el año pasado se manifiesta de manera independiente y paralela a las marchas convocadas por asociaciones gubernamentales. Y no solo entre los sectores más ortodoxos el feminismo sigue perdiendo fuelle: según datos de la Fundación FAD, el número de mujeres jóvenes que dicen considerarse feministas ha descendido diez puntos, hasta un 57,4% con respecto al 2021, año en el que ese porcentaje era del 67,1%. 

El problema al respecto de esto último radica en que esa definición vaga e irreal que presupone que el feminismo busca la igualdad entre hombres y mujeres ha sufrido un descreimiento notable. Partiendo de que ni siquiera ese ha sido su objetivo de base, su lucha se ha limitado a denunciar el supuesto patriarcado, durante todos estos años de políticas por la igualdad solo se ha demostrado que ese escudo igualitario ha servido para regalar privilegios a las mujeres y discriminar a los hombres mediante cupos y campañas de criminalización y segregación entre sexos buscando una guerra inane. 

Porque esta división solo le es útil a quienes quieren redoblar la explotación, que mientras el pasado día 8 se manifestaban miles de mujeres clamando contra un enemigo imaginario como es el patriarcado se frotaban las manos viendo como el mermar cada vez más las condiciones laborales le sale inadvertido, y aprovechaba para promocionar mediante todas sus vías publicitarias el famoso pañuelo morado.

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