La jornada de excavación arqueológica en el yacimiento de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca (Burgos) continuaba aquel 8 de julio de 1994 sin que los directores Juan Luis Arsuaga, José María Bermúdez de Castro y Eudald Carbonell se imaginaran el calibre de los restos humanos que se habían desenterrado ese día por Aurora Martín, directora del Museo de la Evolución Humana.

Tras tres años de investigación en torno al maxilar y la parte frontal del cráneo, el equipo de Atapuerca presentó los resultados en un artículo en el que se evidenciaba el descubrimiento de una nueva especie humana, el Homo antecessor, pariente de la nuestra, Homo sapiens, y de los neandertales. Dicho hallazgo les valió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica de 1997. 

Además de hallar la nueva especie, los investigadores pudieron datar posteriormente los restos de lo que resultó ser un niño de unos 10 años que presenta rastro de canibalismo a hace 900.000 años, fecha más antigua para un homínido en Europa en aquel momento (ahora ya sabemos que la presencia de humanos en el viejo continente es de aproximadamente un millón y medio de años, fecha conseguida en Atapuerca y en otros yacimientos de la geografía española como Orce, Granada).

Atapuerca puede presumir de ser el centro donde cientos de arqueólogos y paleontólogos de todo el mundo se dan cita y estudian la evolución humana en un entorno perfecto para ello, en el que se ha atestiguado el poblamiento humano durante todo el Paleolítico Inferior y Medio y en el que todas las especies humanas atestiguadas en Europa han pisado.

Ahora, 30 años después de aquel hallazgo, el equipo de Atapuerca, con los tres codirectores mencionados apunto de jubilarse, vuelven a excavar en el estrato ATD6 o estrato Aurora, por la descubridora de los restos en 1994, aunque esta vez en toda la superficie de este, por lo que se pueden esperar hallazgos relevantes para seguir escribiendo la historia evolutiva del ser humano.