En las últimas semanas, Groenlandia ha ocupado múltiples titulares. El interés del presidente de los Estados Unidos en esta isla ha llevado a muchos a preguntarse por qué ahora y cuál es la razón detrás de este interés.

La relación entre Estados Unidos y Groenlandia no es nueva. Groenlandia fue una colonia danesa durante siglos, pero su ubicación estratégica en el Atlántico Norte despertó el interés estadounidense desde el siglo XIX. En 1867, el secretario de Estado de EE.UU., William Seward (quien compró Alaska a Rusia), propuso adquirir también Groenlandia, aunque la idea no prosperó.

A lo largo del tiempo, los vínculos entre Estados Unidos y Groenlandia han seguido evolucionando. Durante la Segunda Guerra Mundial, tras la invasión alemana de Dinamarca en 1940, Estados Unidos estableció bases militares en la isla para evitar que los nazis tomaran el control. En 1941, Washington llegó a un acuerdo con el gobierno danés en el exilio, permitiendo a EE.UU. operar en Groenlandia como un territorio autónomo hasta el final de la guerra.

Con el inicio de la Guerra Fría, Groenlandia se convirtió en un punto clave de la estrategia militar estadounidense. En 1951, Dinamarca autorizó la construcción de la Base Aérea de Thule, una instalación fundamental para la defensa aérea de EE.UU., utilizada para la vigilancia de posibles ataques soviéticos con misiles nucleares. A día de hoy, Thule sigue siendo una de las bases militares más importantes del Pentágono.

El valor estratégico de Groenlandia llevó al presidente Harry Truman a ofrecer 100 millones de dólares a Dinamarca en 1946 para comprar la isla, pero la oferta fue rechazada. En 1979, Groenlandia obtuvo un gobierno autónomo dentro del Reino de Dinamarca, aunque sigue dependiendo de subsidios daneses y mantiene acuerdos con EE.UU. sobre el uso militar de su territorio.

El interés de Donald Trump por Groenlandia tampoco es nuevo. En 2019, cuando era presidente, expresó abiertamente su intención de comprar la isla, lo que generó tensiones con Dinamarca. Para Trump, que EE.UU. poseyera Groenlandia representaba una ventaja estratégica tanto militar como económica. El deshielo del Ártico ha abierto nuevas rutas marítimas y el acceso a valiosos recursos naturales, como petróleo, gas y minerales raros. Groenlandia posee grandes reservas de tierras raras, esenciales para la industria tecnológica y militar (baterías, chips, etc.), así como depósitos de uranio y petróleo, lo que reduciría la dependencia estadounidense de China y Oriente Medio.

Además del interés económico, Trump veía en Groenlandia una pieza clave en la competencia con Rusia y China, ya que ambas potencias también han mostrado interés en la isla. Controlar Groenlandia fortalecería la presencia estadounidense en el Ártico, una región geopolíticamente estratégica.

Desde agosto de 2019, el tema de Groenlandia ha sido recurrente en la prensa internacional. Después de que The Wall Street Journal revelara que Trump había consultado a sus asesores sobre la posibilidad de comprar Groenlandia, el expresidente confirmó públicamente su interés y calificó la operación como una «gran transacción inmobiliaria». La respuesta de Groenlandia no se hizo esperar: el gobierno autónomo declaró que la isla no estaba en venta. La primera ministra danesa, Mette Frederiksen, rechazó la propuesta, calificándola de «absurda». Como respuesta, Trump canceló su viaje oficial a Copenhague y criticó a Frederiksen, calificando su respuesta de «desagradable» e «innecesaria». A pesar de este episodio, las relaciones entre ambos países se normalizaron con el tiempo.

En abril de 2020, Estados Unidos anunció una ayuda de 12,1 millones de dólares a Groenlandia para fortalecer los lazos entre ambas naciones. Por su parte, Groenlandia buscó diversificar sus acuerdos económicos y políticos para no depender exclusivamente de Dinamarca o EE.UU.

En los meses de febrero y marzo de 2025, las relaciones entre Estados Unidos y Groenlandia se han visto marcadas por una escalada de tensiones debido al renovado interés del presidente Trump en adquirir la isla.

Con su regreso a la Casa Blanca, Trump retomó la idea de comprar Groenlandia. En diciembre de 2024, presentó una nueva propuesta a Dinamarca, describiendo el control de la isla como una «necesidad absoluta» para la seguridad nacional de EE.UU. En enero de 2025, ya como presidente, no descartó el uso de la fuerza militar o económica para tomar el control de Groenlandia, así como del Canal de Panamá.

Groenlandia rechazó la propuesta de inmediato. Los líderes de los cinco partidos representados en el Parlamento groenlandés manifestaron su oposición a convertirse en parte de EE.UU., aunque reiteraron su interés en mantener buenas relaciones con el país. Sin embargo, la postura de Washington se endureció: el vicepresidente estadounidense, J.D. Vance, insistió en la cuestión y reiteró las amenazas del uso de la fuerza.

Ante esta situación, la primera ministra danesa, Mette Frederiksen, solicitó apoyo unánime de la Unión Europea para defender la isla, ya que, aunque Groenlandia está bajo soberanía danesa, no forma parte de la UE.

La presión ejercida por Trump ha avivado el sentimiento independentista en Groenlandia. Actualmente, cinco de los seis partidos groenlandeses apoyan la independencia y una encuesta reciente indicó que el 85 % de la población rechaza la anexión a EE.UU.

El 5 de marzo de 2025, en un intento por suavizar su postura, Trump declaró que apoyaba el derecho de Groenlandia a decidir su futuro. No obstante, reafirmó que EE.UU. «daría la bienvenida» al territorio autónomo si este decidiera integrarse al país.