Estas semanas se daba a conocer la aprobación de un nuevo texto constitucional en la nueva Siria post-Assad. Como era de esperar, en él se hacen referencias explícitas a que en el aspecto social la única ley que se valorará será la Sharía –la ley islámica-. Así mismo, se da una definición curiosa de la separación de poderes. Y es que el poder ejecutivo, este es Al Jolani, está sobre todos los demás. No hay rastros de confederalismo, por lo tanto el futuro de drusos, alauitas y sobre todo kurdos, sigue en el aire.
Instituciones como el Real Instituto Elcano han intentado blanquear esta nueva Constitución. Siria sigue siendo un estado devastado, cuyo máximo dirigente solo se dedica a hacer viajes a las petro-dictaduras próximas prometiéndoles porciones del país. Mientras, sus barbudos milicianos cometen crímenes religiosos contra los alauitas.
Pero a este contexto se le suma la pugna por recoger el pastel que Rusia ha dejado a orillas del Mediterráneo. Y los principales candidatos son los turcos y los hebreos. Si bien antes de profundizar debemos dejar claro que se descarta el enfrentamiento directo, ya que son socios económicos y militares, además de que uno es miembro de la OTAN y el otro es la espada de occidente en Oriente Próximo.
Turquía ha invertido mucho en debilitar el régimen de Al Assad, pero sobre todo en su combate contra las FDS, prokurdas. Y es que una vez caído el dictador los turcos esperaban poder sentarse a la mesa y coger su porción de la tarta siria. Pero resulta que Israel no está de acuerdo. Y esto se evidenció cuando la fuerza aérea israelí bombardeó una base aérea, en la cual los turcos tenían pensado instalar una base militar.
Pero este desafortunado incidente no parece que provoque la renuncia turca a dominar Siria. Israel busca es que Siria se mantenga como un estado fallido, al igual que Irak, y así poder sobrevolar su espacio aéreo a su antojo. Por esta razón, los sionistas han ampliado su zona de control más allá de los estratégicos altos del Golán, además de ofrecer amparo a unos futuros estados independientes de los drusos así como de los kurdos; pero estos no han aceptado ninguna propuesta israelí.
A esto se suma la amenaza siempre latente de las arenas del desierto: el Estado Islámico. Aunque mermado y confinados a ciertos reductos, la nueva situación de ausencia de un ejército estatal fuerte, y con las milicias que lo han substituido más preocupadas en matar a alauitas que a imponer el orden, no se descarta un despertar del ISIS que pueda volver a tomar el control territorial de amplios territorios y de ahí a recursos petrolíferos y rutas de contrabando.
