Las estadísticas nos señalan un gran decrecimiento de la población católica en España en los últimos 50 años. En 1978, los creyentes en España suponían el 90,5% de la población, pero ya en 2010 las cifras desvelaron que el porcentaje superaba apenas el 70%. En 2015 se mantuvo en el 69%, y 2021 sufrió un bajón exponencial hasta el 59%. En 2023, el porcentaje se desplomó hasta el 53%. Según la proyección del INE para 2024, España, por primera vez en su historia, tendrá un porcentaje menor al 50% de creyentes católicos.
Al mismo tiempo, los musulmanes en España superan los 2,4 millones, un total de 2.412.344. Son 63.056 más que el año anterior, según la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE) y el Observatorio Andalusí, con datos hasta el 31 de diciembre de 2023. Estas cifras no reflejan la totalidad, ya que no se contemplan los inmigrantes en situación irregular, quienes son mayoritariamente musulmanes y, según las ONGS, podrían llegar al millón.
España, como nación, se ha construido en el tiempo, en gran medida, en base a la religión católica y en lucha contra el islam. El catolicismo sirvió para homogeneizar a los distintos pueblos que habitaban en la península, como los lusitanos, vascones, íberos y celtas. Los romanos fueron los primeros en traer el cristianismo a la península y, tras la caída del imperio, los visigodos fueron los encargados de seguir desarrollando esta fe.
Como reacción a la conquista musulmana de gran parte del territorio, la resistencia del Reino de Asturias y los reinos cristianos que se formaron en el tiempo durante la posterior Reconquista, lucharon bajo un sentimiento clave de cruzada. Por ello, los grandes mitos fundacionales de la nación se construyeron principalmente en torno a la pugna contra el islam. Las naciones no son elementos fijos y sufren cambios constantes en el tiempo, pero a día de hoy, la Leyenda Negra, tanto histórica como religiosa, está llevando a España a su desaparición.
A medida que el desarrollo científico avanza, los ciudadanos comprenden el mundo que les rodea con una concepción cada vez más materialista, aunque esto no tiene por qué significar rechazo de ciertas tradiciones o valores morales que no suponen un retroceso. Todo lo contrario: tras «matar a Dios», la mayoría de individuos han sustituido su cultura por el liberalismo más feroz y consumista, individualizándose y perdiendo el sentimiento colectivo. El peligro aumenta cuando una religión en expansión, como la islámica, amenaza nuestro territorio y fronteras con un sentimiento de conquista y de imposición de su cultura sobre la nuestra, ya que no encuentra una oposición firme.
